La jornada llegaba a su fin una vez más, y sobre la mesa, la taza de café se estaba enfriando. Pensativo y con la mirada clavada a lo lejos, estaba realizando una evaluación de cómo había resultado el día, se preguntaba cómo podía ser factible haber sorteado todos esos obstáculos que durante toda la mañana y la tarde se presentaron. Y no en un solo frente, sino que, en varios, la familia, el trabajo, las finanzas, etc.
Las últimas semanas habían sido de mucha tensión ya que en la oficina parecería que nadie se animaba a tomar una decisión, todo recaía sobre su persona. Hasta el ultimo detalle se lo presentaban para que decida, y a eso la presión por lograr los resultados, estaba empezando a causar estragos en su ánimo.
Hacia unos momentos había cortado el teléfono con sus padres, molesto, ofuscado porque no podía entender su necedad en seguir haciendo lo mismo que sabían estaba mal. Les había advertido infinita cantidad de veces, pero no había caso y ahora la responsabilidad recaía sobre él, era él quien debería solucionar el entuerto. Bueno pensó, son mayores y después de todo les debía honra y respeto, es lo que dice el quinto mandamiento y hasta si se quiere por una cuestión egoísta. Recordó que era el primer mandamiento con promesa y el cumplirlo nos asegura que seremos de larga vida y que todo nos ira bien (Efesios 6:2-3 parafraseado), además en sus años de niño ellos habían estado siempre para él, se lo merecían como retribución al sacrificio que hicieron para que no les faltara nada.
Para completar, y por si todo fuera poco, en su casa las cosas no eran muy distintas, tal vez producto de la trasferencia del estrés la interrelación con sus hijos se había empezado a erosionar, su esposa estaba a su lado tratando de amortiguar las cosas como mediadora entre los diferentes actores de la convivencia hogareña, pero tal vez la situación pronto encontraría un tope y entonces la hecatombe se desataría. Esperemos que no ocurra pensó y trato de desviar la atención hacia otra cosa, además a cada día le basta su afán se dijo recordando la cita de Mateo 6:34.
Como había llegado a esa situación? Como fue posible que las cosas se salieran de control? No podía evitar cuestionarse porque Dios permitía que ocurrieran. Además, él se consideraba un hijo obediente, que asistía regularmente los domingos al servicio, que no faltaba a las reuniones bíblicas, y nunca fue escaso con sus diezmos y ofrendas, seguramente algo había pasado por alto, pero en fin ya habría tiempo para analizarlo después se dijo.
Muchos de nosotros podríamos identificarnos con estas situaciones, tal vez no por la exactitud de las mismas, pero si porque muchas veces nos vemos sobrepasados por todo aquello que nos acontece en nuestra vida cotidiana. Es en estos momentos cuando nuestra reacción más lógica es intentar sacar fuerzas de donde no existen para que las situaciones nos encuentren por lo menos con los puños levantados, y en algunos casos como última opción, cuando ya no podemos más, entonces buscamos esa ayuda divina que nos permita afrontar la situación, cuando en realidad esa debería ser nuestra primerísima opción ya que la Biblia dice que no es con nuestras fuerzas, sino con Su Espíritu (Zacarias 4:6).
Por eso, en estos casos, deberíamos preguntarnos cómo esta nuestra relación con Dios? Dependemos absolutamente de Él o es que estamos siendo religiosos, llenos de actividades que se interponen en nuestra intimidad diaria con nuestro Padre? Tenemos una verdadera y genuina relación con nuestro creador? Cómo está nuestra vida oración? O es que nos hemos llenado de actividades, las cuales aun con su manto de “buenas obras”, en realidad lo que logran es distanciarnos de Él? No es que las buenas obras sean malas, de hecho, el mismo Jesús dijo que cuando hacemos algo por el prójimo, se lo estamos haciendo directamente a Él (Mateo 25:40), pero cuando esas actividades ocupan todo nuestro tiempo y se interponen en nuestra intimidad con Dios, es cuando empiezan los problemas.
Satanás, la serpiente antigua es muy astuta, y como siempre anda al acecho buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8), estamos expuestos a la posibilidad de que al igual que engaño a Eva, pueda engañarnos a nosotros (2 Corintios 11:3). El lobo ataca a la oveja que se aparta del rebaño!!!
Por eso la próxima vez que como malabarista estemos cuidando que las bolas que mantenemos en el aire no se caigan, humillémonos ante la poderosa mano de Dios, echando toda nuestra ansiedad sobre Él, quien además cuida de nosotros (1 Pedro 5:6-7 parafraseado), para que luego que hayamos sufrido un poco nos perfeccione, afirme y fortalezca (1Pedro 5:10), porque además todo resulta para bien para quienes aman al Señor (Romanos 8:28 parafraseado).




