martes, 31 de enero de 2017

Guiados por la obediencia

El alba despunta y la noticia empieza a propagarse rápidamente. Todos los medios del mundo dan eco a la tragedia que se ha cobrado una buena cantidad de vidas. Del total de personas que iban a bordo solo unas pocas han logrado salvarse. El mundo perplejo y atónito sigue el desarrollo de la noticia, ávido de información por conocer y entender las causas de tan grave acontecimiento. En medio de todo este caudal de información uno de los pocos sobrevivientes en su relato cuenta que en ningún momento habían sido informados de la gravedad a la que se enfrentaban. Ya cuando el desenlace era inminente recién se percataron de lo delicado de la situación. 
Aun cuando al inicio del recorrido fueron debidamente informados e instruidos con las medidas de seguridad que debían guardar en todo momento, el no estar alertas para el desenlace provocó que solos unos cuantos puedan salvarse. Aquellos quienes sin dudar o cuestionar los procedimientos, siguieron las instrucciones para situaciones como estas lograron salir ilesos, con tan solo algunas magulladuras.
Si bien lo anterior relata un acontecimiento puntual, cuantas veces en nuestra vida nos comportamos de esa manera? Cuantas veces en nuestro diario andar vamos por la vida sin estar preparados para lo que ella pueda depararnos? Jesús dijo a sus seguidores que debían velar y orar en todo momento porque uno no sabe cuándo será el tiempo (Marcos 13:33 parafraseado), y es que en cualquier momento nuestra realidad puede cambiar, y nuestro futuro ser alterado de manera drástica.
Más allá de que podamos o no estar de acuerdo con las Escrituras Bíblicas, más allá que nuestra lógica humana o que nuestra capacidad de raciocinio nos lleve a relativizar o poner en duda lo que en ella está escrito, eso no significa que la misma carezca de valor o que no vaya a suceder lo que dice que sucederá. Jesús dijo que el cielo y la tierra pasarían pero que sus palabras no lo harían (Mateo 24:35 parafraseado), y que el día menos pensado el Hijo del Hombre, Jesús, vendría por su Iglesia, lo cual es mencionado en varias partes de la Biblia por Pablo, por Pedro y hasta inclusive en un libro dedicado exclusivamente a ello, el del Apocalipsis o libro de las Revelaciones.
Está claro que la salvación no es por obras, para que nadie pueda gloriarse por ello, sino por la Gracia Infinita de Dios, por medio de la fe (Efesios 2:8-9 parafraseado), porque no hay nada que nosotros podamos hacer para ser salvos más que creer en nuestro corazón y confesar con la boca que Jesucristo es el Señor a quien Dios levantó de entre los muertos (Romanos 10:9 parafraseado), pero la Palabra de Dios también dice que debemos cuidar esa salvación con temor y temblor (Filipenses 2:12 parafraseado), y que la fe sin obras es muerta (Santiago 2:17).
Pero entonces, de qué tipo de obras estamos hablando? Que es lo que podemos hacer para que esa fe no muera?  En el sermón del monte, en el Evangelio de Mateo del capítulo 5 al 7, Jesús enseña a la multitud que lo sigue, sobre una diversidad de temas muy variados, como por ejemplo que debemos ser la sal y la luz del mundo, del amor a los enemigos y el juzgar a los demás, sobre la oración y los juramentos, sobre el afán y la ansiedad, sobre la importancia de hacerse tesoros en el cielo, y otros temas más igual de importantes, y para finalizar, el broche de oro, la cereza de la torta, compara a quienes oyen esas enseñanzas y las ponen por obra con un hombre prudente que edifica su casa sobre la roca, la cual ante la adversidad se mantiene firme, porque está fundada sobre ella (Mateo 7: 24-25 Parafraseado).
Si queremos que todo nos vaya bien, entonces pues obedezcamos la Palabra de Dios, aunque a nuestro parecer sea malo o vaya en contra de nuestros intereses (Jeremías 42:6 Parafraseado), porque ella es lámpara a nuestro pies y lumbrera a nuestro camino (Salmos 119:105). 
Tengamos presente que Dios prefiere la obediencia a los sacrificios, y el prestar atención más que los holocaustos (1 Samuel 15:22 parafraseado), además sabemos que todo resulta para bien a quienes guardan un temor reverencial a Dios (Romanos 8:28 Parafraseado). En otras palabras, deseamos ser aceptos para el Señor, y no desechados por Él? Entonces no desoigamos su Palabra (1 Samuel 15: 23 Parafraseado). Deseamos no ser apartados como hacedores de maldad (Mateo 7:23 Parafraseado)? Pues edifiquemos entonces sobre la Roca que es Cristo, porque después de todo Él es el camino, la verdad y la vida, nadie llega al Padre si no es por Él (Juan 14:6), autor y consumador de nuestra fe (Hebreros 12:2).
Seamos sabios, guardemos su Palabra en lo más profundo de nuestros corazones en todo momento, haciendo la voluntad del Padre, y así podremos ser llamados sus hijos. (Mateo 12:50 Parafraseado).