sábado, 27 de junio de 2015

Que se espera de nosotros

En ciertas ocasiones de nuestra vida, las circunstancias que atravesamos nos hacen cuestionar cuál es el propósito de nuestro transitar en esta tierra, para que hemos venido y que se espera de nosotros.
En algunos casos hay quienes tienen la bendición o la suerte, si así queremos llamarlo, de saber exactamente cuál es ese propósito, y desde temprana edad caminan en ese sentido. Otros lo descubrimos luego de mucho intentar, y transitar por caminos que no son los indicados o adecuados.
Los que nos encontramos en este segundo grupo, muchas veces en el intento ponemos en riesgo cosas por nosotros preciadas, inclusive hasta a nuestros seres queridos, y no es que lo hagamos intencionalmente, sino que simplemente como dice la Biblia en Oseas 4:6, el pueblo de Dios perece porque le faltó conocimiento (parafraseado). Y es que el dios de este siglo; satanás para que quede bien claro; quien es el padre de la mentira, desde el principio de los tiempos se ha ocupado de cegarnos el entendimiento, para que no nos resplandezca la luz del Evangelio de Cristo (2 Corintios 4:4).
Desde que nace, el hombre es un ser centrado en sí mismo, egoísta. Basta con observar el comportamiento de un niño de corta edad, a quien nadie le ha enseñado nada y veremos cómo busca la satisfacción de sí mismo. Aquellos que tenemos la dicha de ser padres, nos hemos visto en la necesidad de corregir a nuestros pequeños desde temprana edad, aun cuando el mundo no les ha ensañado a comportarse inadecuadamente, y eso se debe a que todos traemos dentro de nosotros un gen pecaminoso, que nos aparta de nuestro diseño original. A pesar que fuimos creados a imagen y semejanza de nuestro Creador, por causa de la caída de Adán y Eva, el ser humano nace y se desarrolla alejado de Dios.  Pero esta condición no tiene por qué ser definitiva para nosotros. El hombre no tiene por qué marchar directo a su perdición. Dios en su infinito amor por nosotros, proveyó la salida a esta situación. Tanto nos amó que dio a su Unigénito hijo, para que todo aquel que en Él crea no se pierda y tenga vida eterna (Juan 3:16). 
Este regalo inmerecido es por gracia y no en premio por las cosas buenas que hayamos hecho, para que ninguno de nosotros pueda jactarse de ser salvo (Efesios 2:8-9 NVT). La Palabra de Dios, nos llama a ser imitadores de Dios en todo aquello que hagamos, porque somos sus hijos, nos invita a vivir una vida de llena de amor siguiendo el ejemplo de Cristo (Efesios 5:1-2 NTV). 
Esta es una muy buena clave para evaluar como deberíamos conducirnos en nuestro diario accionar, cómo comportarnos en las distintas circunstancias que se nos presentan día a día en nuestra vida. Debemos preguntarnos, como reaccionaria Cristo ante ellas? Nos estamos comportando tal y como Él lo haría? Porque en otras palabras, estamos llamados a reflejar su carácter en esta tierra, ser llamados cristianos es exactamente eso, por más difícil que nos pueda resultar. 
Cabe mencionar que para Jesús tampoco fue fácil pagar el precio por la redención de nuestras almas. La noche cuando fue entregado se encontraba orando en el huerto de Getsemaní, y era tal el estrés en el que se encontraba debido a la angustia y tristeza, que el sudor le caía a tierra como grandes gotas de sangre (Lucas 22:39-45), fenómeno que la ciencia médica designa como hematidrosis, y que se produce cuando una persona sufre una tensión extrema, una gran angustia o un temor muy grande, que pueden romperse las finísimas venas capilares que están bajo las glándulas sudoríparas, lo que nos indica que Jesús en ese momento se encontraba en su faceta más humana, por lo que si Él pudo orar pidiendo que no se haga su voluntad sino la de nuestro Padre, porque nosotros no podríamos?, además Dios nunca nos abandona, en ese momento apareció un ángel del cielo para darle fuerzas (Lucas 22.43 DHH).
Entonces, que se espera de nosotros, o mejor dicho que espera Dios de sus hijos? Pues bien antes que nada deberíamos definir si aceptamos su paternidad, porque los hijos de Dios son los que han creído en Cristo y lo recibieron (Juan 1:12 NTV), luego si somos hijos suyo, como todo padre, espera que seamos obedientes a su Palabra, la cual es viva y eficaz (Hebreos 4:12), y para eso debemos meditar en ella de día y de noche (Josué 1:8, parafraseado). Nos dice que si buscamos primeramente su reino y su justicia, todo lo demás nos será añadido (Mateo 6:33 parafraseado), nos dice que pongamos los ojos en las cosas de arriba y no en las de la tierra (Colosenses 3:2), que si nos apartamos de todo lo inmundo, Él nos recibirá y será para nosotros un Padre y nosotros seremos sus hijos (2 Corintios 6:17-18), porque Jesús vino para que tengamos vida, y la tengamos en abundancia (Juan 10:10).