Días atrás conversando con un grupo de amigos, surgió la pregunta sobre cuál pensábamos era el motivo por el cual habíamos contraído matrimonio, porqué cada uno de nosotros habíamos tomado la decisión de compartir nuestras vidas con nuestras respectivas parejas dando por sentado que entre nosotros está presente el amor hacia nuestro cónyuge, sobretodo atendiendo al hecho de que el mismo es una decisión antes que un sentimiento.
Entonces, cual era el motivo que nos había llevado a tomar esa decisión? Las respuestas que empezaron a surgir fueron de las más variadas, así unos decían que, para poder sentirse realizado, o para cumplir su propósito en la vida, otros porque visualizaban su futuro en la vejez al lado de esa persona con la que mantenían una relación de noviazgo en ese momento, y por supuesto la consabida y hasta si se quiere trillada respuesta de para ser feliz o para alcanzar la felicidad, y formar una familia.
La verdad que todas estas respuestas suenan muy bien, son bastante altruistas, pero encierran una trampa dentro de ellas, y es que estamos poniendo en manos de otras personas metas y objetivos que deseamos alcanzar a través de una decisión tomada por nosotros. Somos nosotros los que queremos sentirnos realizados, somos nosotros los que queremos pasar el resto de nuestra vida con esa persona tan especial que obviamente nos hace sentir bien, somos nosotros los que queremos ser felices hasta el fin de nuestros días en esta tierra. Nos damos cuenta que todo gira nuevamente entorno a nosotros?
La realidad es que cuando decidimos dar ese paso que implica unir nuestras vidas a la de alguien más por el resto de nuestros días, estamos tomando un compromiso que encierra una gran responsabilidad, porque, en primer lugar, es un pacto, y como tal no puede ser disuelto, no por lo menos delante de Dios, aunque los rudimentos de este mundo nos quieran hacer creer lo contrario, porque ya sabemos que el mundo entero está bajo el maligno (1 Juan 5:19).
Entonces, si es un pacto para toda la vida, porque hoy en día la tasa de matrimonios que terminan en divorcio, con todo el dolor que llegar a esa situación conlleva, va en aumento, tanto para matrimonios jóvenes, como para los que ya llevan bastante tiempo juntos?
Será en realidad, que nuestra respuesta a la pregunta del principio está equivocada? Que en vez de girar en torno a lo que nosotros anhelamos para nuestro futuro debería enfocarse en lo que podemos hacer nosotros por nuestra pareja?
Como hijos amados de Dios, fuimos llamados a ser imitadores de Él (Efesios 5:1 parafraseado), lo cual significa que nuestro matrimonio debería reflejar la relación de Cristo con su Iglesia, Él cual la amo al punto de entregarse a sí mismo por ella (Efesios 5:25 parafraseado).
Ese amor ágape o incondicional, lo encontramos definido en el capítulo 13 de la primera Carta a los Corintios, ahí en el versículo 5 encontramos que el amor no busca lo suyo, y si no busca lo suyo, entonces en quien se enfoca? Correcto!! En un grupo de dos, si uno no es el centro, solo queda la opción del otro.
Es cierto que muchas veces las circunstancias que nos rodean y que pueden llegar a envolver nuestra relación, pueden terminar ocasionando tales daños que, si la misma no está fundada sobre la roca que es Cristo, va a terminar por derrumbarse (Mateo 7:25), y es que los problemas y las aflicciones no van a dejar de formar parte de nuestras vidas, nos lo advirtió el propio Jesús (Juan 16:33).
Entonces como hacer para fundar nuestra relación sobre la roca?, Como logramos que las dificultades diarias no terminen por desmoronar la estructura de nuestro matrimonio? La Biblia dice en Eclesiastés 4:12 que cordón de tres hilos no se rompe fácilmente, por lo tanto, si a la ecuación de marido y mujer la agregamos la presencia de Cristo, los rudimentos de este mundo no podrán prevalecer contra ella, porque después de todo Él ya venció al mundo (Juan 16:33).
Es cierto que el día a día puede resultar bastante agotador o irritante, que en pos de luchar por la continuidad de nuestra relación debamos ceder no una, sino que varias veces a lo que nosotros consideramos nuestro derecho, pero al igual que el apóstol Pablo si con Cristo juntamente estamos crucificados, todo resulta más fácil, puesto que, al estar crucificado, estamos muertos y saben qué? Los muertos no se irritan, los muertos no reclaman, los muertos no ceden.
No es fácil!!! Puede resultar una tarea muy difícil, pero a Jesús pasar por el calvario de la cruz tampoco le resulto una tarea sencilla. Nuestra carne tal vez sea muy débil para poder resistir, la lucha diaria. Nuestra debilidad puede hacer que queramos tirar la toalla en algún momento, pero su Gracia nos es suficiente porque su poder se perfecciona en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9 parafraseado)