miércoles, 30 de noviembre de 2016

Con el sudor de tu frente

Desde que Adán y Eva tuvieron la mala idea de desobedecer las instrucciones de Dios en el Huerto del Edén, dejándose llevar por el engaño de satanás, la humanidad entera se ha visto obligada a ganar su sustento diario con el sudor de su frente (Génesis 3:19 NVI). Y esto es así para toda la humanidad sin importar distinción de raza, credo o posición social.
Lo cierto y concreto es que todos debemos trabajar para ganar nuestro sustento y el de nuestra familia, ya sea en relación de dependencia, como profesionales independientes o tal vez como empleadores dando trabajo a otros. De uno u otro modo todos en interrelación con otras personas ya sea en calidad de dependientes, de superiores, de proveedores o clientes, debemos trabajar para cubrir nuestras necesidades primarias y hasta inclusive aquellas cosas no tan primarias y de las cuales disfrutamos. El que no trabaja que no coma sentencia la Palabra de Dios (2 Tesalonicenses 3:10).
En un mundo ideal esta relación debería fluir sin ningún tipo de contratiempos y en perfecta armonía, pero convengamos que esta no es la realidad en nuestro día a día. Las presiones, las urgencias y las situaciones que se presentan, muchas veces nos llevan a enfrentar momentos limites que nos pueden sacar de nuestras casillas y consecuentemente con ellas terminamos reclamando, quejándonos y hasta inclusive maldiciendo a la persona que tenemos enfrente, y en algunos casos peor aún pues lo hacemos a sus espaldas.
Sin importar la situación en la que nos encontremos, o los hechos que puedan originar la fricción, la instrucción de Dios con respecto a cómo debemos conducirnos en situaciones similares es una y es bien clara. La Biblia nos enseña que debemos amar a todos, temer a Dios, y honrar a nuestras autoridades (1 Pedro 2:17 parafraseado) y por autoridades se entiende a toda persona sentada en silla de preeminencia, ya sean estos jefes, clientes, proveedores, etc.
La instrucción va un poco más allá aun de todo raciocinio humano y nos dice que debemos estar sujetos a nuestros superiores con todo respeto, y no solo a aquellos buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar (1 Pedro 2:18 parafraseado). En otras palabras, aun cuando nuestros superiores no se lo merezcan, aun cuando el trato que nos brinden sea deshonesto, y hasta puede que tal vez humillante, aun cuando nuestro corazón y nuestra mente nos llame a dar rienda suelta a los deseos de contienda presentando defensa y exponiendo nuestros argumentos, debemos honrarlos y respetarlos, puesto que esta es la voluntad de Dios para con cada uno de nosotros. No debemos olvidar que hemos sido llamados a no conformarnos a los rudimentos de este mundo, sino por el contrario a ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento, hemos sido llamados a obedecer la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios para nuestras vidas (Romanos 12:2 parafraseado).
Significa esto que debemos aceptar de buenas a primeras, todo aquello que se nos presente? Todo con lo cual no estemos de acuerdo o consideramos que no es correcto? Pues bien, la Palabra de Dios nos enseña que cuando tengamos alguna cuestión que dirimir con alguien, lo hagamos directamente con esa persona, (Mateo 18:15 parafraseado), y no que vayamos presentando nuestras quejas y reclamos a quien se nos ponga en frente y tenga ganas de escucharnos, y es que, en realidad, debemos sacar de nuestras bocas toda maledicencia (Efesios 4:31) y todo chismerío (Levítico 19:16).
Deseamos que todo nos vaya bien? Deseamos vivir sosegadamente? Me imagino que sí, pues no creo que alguien en su sano juicio pueda disfrutar de una vida llena de contiendas, llena de dificultades y llena de aflicciones. Resulta extremadamente estresante pasar las 8 horas por día o tal vez más que dura la jornada laboral, cinco días a la semana en un lugar donde el ambiente no es agradable, donde las relaciones son difíciles y las circunstancias que se nos presentan requieren de nosotros un esfuerzo adicional constante.
Existe una manera para lograr vivir quieta y reposadamente, y es orando en todo momento por toda persona en eminencia, es decir por todas aquellos quienes que de alguna u otra manera ejercen autoridad sobre nosotros, ya sean nuestros jefes, nuestros clientes y hasta por las propias autoridades de nuestra nación (1 Timoteo 2:1-2 parafraseado). Honrémoslos con sencillez de corazón, como a Cristo no sirviendo al ojo humano, como quien quiere agradar al hombre, sino como siervos de Cristo (Efesios 6:5-6 parafraseado), haciendo todo, ya sea de palabra o de hecho en el nombre de Jesús, dando gracias a Dios (Colosenses 3:17 parafraseado), poniendo los ojos en las cosas del cielo y no de esta tierra (Colosenses 3:2).