Hoy en día el desarrollo de la tecnología y la penetración del Internet, nos ha llevado a los seres humanos a estar muchos más conectados con la sociedad; y cubiertos por un manto de invisibilidad nos atrevemos a publicar o comentar en nuestros muros, o en los medios digitales de comunicación, cualquier tipo de artículos o noticias, sin detenernos en el análisis preliminar del mismo.
Da la sensación que tenemos impunidad para decir o participar en cualquier clase de noticia o artículo que se nos cruce delante, nos convertimos en entendidos en una diversidad de temas, los que dependiendo del interés de la gente, pueden llegar a viralizarse en mayor o menor grado, generando un caudal de defensores y detractores apasionados, dispuestos a dejar el alma en el campo de batalla en pos de defender sus puntos de vista.
Si algo ha contribuído la democracia a la sociedad, es la idea de que todos podemos expresar y defender nuestros derechos y opiniones, sin importar que tan lejos lleguemos para ello.
Lo cierto es que en muchos casos, el tema que da origen a la discusión se puede desviar en acusaciones personales y comentarios de valor, lo que a su vez genera un incremento en el tono y la diversidad de epítetos empleados.
En aras de defender nuestras más loables causas, nos convertimos en paladines de la verdad, defensores de otros tomando partido por tal o cual bando, instalando enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas; todos ellos frutos de nuestra condición humana, expresando cuan equivocado esta nuestro interlocutor.
Esta realidad no se circunscribe al ámbito cibernético exclusivamente, sino que en muchos casos trasciende a la interacción personal; en vivo y en directo; a reuniones y ocasiones en que interactuamos y compartimos con otras personas. Tampoco se circunscribe a determinados grupos o círculos. Para ser sinceros en esta trampa caemos todos los seres humanos sin distinción de raza, credo, o bandera política.
Quienes hemos decido seguir a Cristo, también estamos expuestos a esta realidad. La mayoría de las veces queremos salir en defensa de quienes profesan nuestra misma fe, forman parte de nuestra congregación o de nuestras propias creencias.
Por una buena causa, sin darnos cuenta, caemos en la trampa mortal de satisfacer los deseos de nuestra carne, porque una buena discusión por más buenos y sólidos fundamentos o intenciones que tenga, no es otra cosa que un pleito o contienda.
La Biblia es bien clara en cuanto a este punto, quienes practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:21), así de tajante, sin excepciones ni consideraciones al margen.
Ser cristiano significa, reflejar el carácter de Cristo en esta tierra. Como dice el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas “Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20), es decir que si Cristo vive en mí, yo debo conducirme del mismo modo que Él lo haría.
En Mateo 27:13-14, encontramos un claro ejemplo de cómo Jesús reacciona ante una acusación por parte de los principales sacerdotes y los ancianos; no responde nada, a pesar de la insistencia de Pilatos, Jesús no respondió a ni una sola pregunta; aun cuando Él era consciente de cuánto dolor debería soportar más adelante. No nos olvidemos que en ese momento estaba en su faceta más humana, pero aun así luego de todo ese dolor, en oración directa al Padre, suplíca el perdón de sus verdugos, pues no sabían lo que estaban haciendo (Lucas 23:34). Vaya ejemplo que nos estaba dando!!!!!
Esta forma de reaccionar va en contra de nuestra lógica humana, y justamente eso aprovecha el enemigo para hacernos caer en su trampa, y tener un motivo valedero con el cual acusarnos ante Dios, siempre engañados por la mejor de las causas.
Al desenfocarnos de Jesús olvidamos que el mensaje de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, es poder de Dios. (1 Corintios 1:18).
La Biblia nos aconseja en 1 Pedro 5:8 que seamos sobrios y prudentes, que estemos siempre alertas pues nuestro enemigo anda como león rugiente buscando a quien devorar, al menor descuido nos pondrá ocasión de caer para poder acusarnos ante nuestro Padre.
Por eso pidamos al Espíritu Santo que mora en nosotros, y que nos ha sido dado justamente para eso, nos guié en todo momento, y nos de sabiduría para sembrar en justicia, porque finalmente “mía es la venganza, yo soy el que paga dice el Señor” (Hebreos 10:30).
Tengamos siempre presente que la vida y la muerte están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos (Proverbios 18:21), que una áspera respuesta nos puede conducir a una vana discusión peligrosa.
Da la sensación que tenemos impunidad para decir o participar en cualquier clase de noticia o artículo que se nos cruce delante, nos convertimos en entendidos en una diversidad de temas, los que dependiendo del interés de la gente, pueden llegar a viralizarse en mayor o menor grado, generando un caudal de defensores y detractores apasionados, dispuestos a dejar el alma en el campo de batalla en pos de defender sus puntos de vista.
Si algo ha contribuído la democracia a la sociedad, es la idea de que todos podemos expresar y defender nuestros derechos y opiniones, sin importar que tan lejos lleguemos para ello.
Lo cierto es que en muchos casos, el tema que da origen a la discusión se puede desviar en acusaciones personales y comentarios de valor, lo que a su vez genera un incremento en el tono y la diversidad de epítetos empleados.
En aras de defender nuestras más loables causas, nos convertimos en paladines de la verdad, defensores de otros tomando partido por tal o cual bando, instalando enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas; todos ellos frutos de nuestra condición humana, expresando cuan equivocado esta nuestro interlocutor.
Quienes hemos decido seguir a Cristo, también estamos expuestos a esta realidad. La mayoría de las veces queremos salir en defensa de quienes profesan nuestra misma fe, forman parte de nuestra congregación o de nuestras propias creencias.
Por una buena causa, sin darnos cuenta, caemos en la trampa mortal de satisfacer los deseos de nuestra carne, porque una buena discusión por más buenos y sólidos fundamentos o intenciones que tenga, no es otra cosa que un pleito o contienda.
La Biblia es bien clara en cuanto a este punto, quienes practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:21), así de tajante, sin excepciones ni consideraciones al margen.
Ser cristiano significa, reflejar el carácter de Cristo en esta tierra. Como dice el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas “Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20), es decir que si Cristo vive en mí, yo debo conducirme del mismo modo que Él lo haría.
En Mateo 27:13-14, encontramos un claro ejemplo de cómo Jesús reacciona ante una acusación por parte de los principales sacerdotes y los ancianos; no responde nada, a pesar de la insistencia de Pilatos, Jesús no respondió a ni una sola pregunta; aun cuando Él era consciente de cuánto dolor debería soportar más adelante. No nos olvidemos que en ese momento estaba en su faceta más humana, pero aun así luego de todo ese dolor, en oración directa al Padre, suplíca el perdón de sus verdugos, pues no sabían lo que estaban haciendo (Lucas 23:34). Vaya ejemplo que nos estaba dando!!!!!
Esta forma de reaccionar va en contra de nuestra lógica humana, y justamente eso aprovecha el enemigo para hacernos caer en su trampa, y tener un motivo valedero con el cual acusarnos ante Dios, siempre engañados por la mejor de las causas.
Al desenfocarnos de Jesús olvidamos que el mensaje de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, es poder de Dios. (1 Corintios 1:18).
La Biblia nos aconseja en 1 Pedro 5:8 que seamos sobrios y prudentes, que estemos siempre alertas pues nuestro enemigo anda como león rugiente buscando a quien devorar, al menor descuido nos pondrá ocasión de caer para poder acusarnos ante nuestro Padre.
Por eso pidamos al Espíritu Santo que mora en nosotros, y que nos ha sido dado justamente para eso, nos guié en todo momento, y nos de sabiduría para sembrar en justicia, porque finalmente “mía es la venganza, yo soy el que paga dice el Señor” (Hebreos 10:30).
Tengamos siempre presente que la vida y la muerte están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos (Proverbios 18:21), que una áspera respuesta nos puede conducir a una vana discusión peligrosa.
