sábado, 27 de septiembre de 2014

Esas vanas discusiones peligrosas

Hoy en día el desarrollo de la tecnología y la penetración del Internet, nos ha llevado a los seres humanos a estar muchos más conectados con la sociedad; y cubiertos por un manto de invisibilidad nos atrevemos a publicar o comentar en nuestros muros, o en los medios digitales de comunicación, cualquier tipo de artículos o noticias, sin detenernos en el análisis preliminar del mismo.
Da la sensación que tenemos impunidad para decir o participar en cualquier clase de noticia o artículo que se nos cruce delante, nos convertimos en entendidos en una diversidad de temas, los que dependiendo del interés de la gente, pueden llegar a viralizarse en mayor o menor grado, generando un caudal de defensores y detractores apasionados, dispuestos a dejar el alma en el campo de batalla en pos de defender sus puntos de vista.
Si algo ha contribuído la democracia a la sociedad, es la idea de que todos podemos expresar y defender nuestros derechos y opiniones, sin importar que tan lejos lleguemos para ello.
Lo cierto es que en muchos casos, el tema que da origen a la discusión se puede desviar en acusaciones personales y comentarios de valor, lo que a su vez genera un incremento en el tono y la diversidad de epítetos empleados.
En aras de defender nuestras más loables causas, nos convertimos en paladines de la verdad, defensores de otros tomando partido por tal o cual bando, instalando enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas; todos ellos frutos de nuestra condición humana, expresando cuan equivocado esta nuestro interlocutor.
Esta realidad no se circunscribe al ámbito cibernético exclusivamente, sino que en muchos casos trasciende a la interacción personal; en vivo y en directo; a reuniones y ocasiones en que interactuamos y compartimos con otras personas. Tampoco se circunscribe a determinados grupos o círculos. Para ser sinceros en esta trampa caemos todos los seres humanos sin distinción de raza, credo, o bandera política. 
Quienes hemos decido seguir a Cristo, también estamos expuestos a esta realidad. La mayoría de las veces queremos salir en defensa de quienes profesan nuestra misma fe, forman parte de nuestra congregación o de nuestras propias creencias. 
Por una buena causa, sin darnos cuenta, caemos en la trampa mortal de satisfacer los deseos de nuestra carne, porque una buena discusión por más buenos y sólidos fundamentos o intenciones que tenga, no es otra cosa que un pleito o contienda. 
La Biblia es bien clara en cuanto a este punto, quienes practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:21), así de tajante, sin excepciones ni consideraciones al margen.
Ser cristiano significa, reflejar el carácter de Cristo en esta tierra. Como dice el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas “Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20), es decir que si Cristo vive en mí, yo debo conducirme del mismo modo que Él lo haría.
En Mateo 27:13-14, encontramos un claro ejemplo de cómo Jesús reacciona ante una acusación por parte de los principales sacerdotes y los ancianos; no responde nada, a pesar de la insistencia de Pilatos, Jesús no respondió a ni una sola pregunta; aun cuando Él era consciente de cuánto dolor debería soportar más adelante. No nos olvidemos que en ese momento estaba en su faceta más humana, pero aun así luego de todo ese dolor, en oración directa al Padre, suplíca el perdón de sus verdugos, pues no sabían lo que estaban haciendo (Lucas 23:34). Vaya ejemplo que nos estaba dando!!!!!
Esta forma de reaccionar va en contra de nuestra lógica humana, y justamente eso aprovecha el enemigo para hacernos caer en su trampa, y tener un motivo valedero con el cual acusarnos ante Dios, siempre engañados por la mejor de las causas.
Al desenfocarnos de Jesús olvidamos que el mensaje de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, es poder de Dios. (1 Corintios 1:18).
La Biblia nos aconseja en 1 Pedro 5:8 que seamos sobrios y prudentes, que estemos siempre alertas pues nuestro enemigo anda como león rugiente buscando a quien devorar, al menor descuido nos pondrá ocasión de caer para poder acusarnos ante nuestro Padre. 
Por eso pidamos al Espíritu Santo que mora en nosotros, y que nos ha sido dado justamente para eso, nos guié en todo momento, y nos de sabiduría para sembrar en justicia, porque finalmente “mía es la venganza, yo soy el que paga dice el Señor” (Hebreos 10:30).
Tengamos siempre presente que la vida y la muerte están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos (Proverbios 18:21), que una áspera respuesta nos puede conducir a una vana discusión peligrosa.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Porque no callamos el Evangelio

Como la gran mayoría de los paraguayos, fui criado en una familia con profundas convicciones católicas y con la certeza de la existencia de un Dios creador del universo y de todo lo que en él existe. Fui educado en un colegio religioso por sacerdotes que me enseñaron de religión y a cumplir los mandamientos de la misma, pero que lastimosamente no me enseñaron a tener una relación con Dios.
Por la misericordia de Dios, un día, el Espíritu Santo tocó a mi puerta y lo invité a pasar, pero debo admitir que fue un proceso que se inició unos meses antes y en el cual Dios usó a varias personas que fue poniendo en mi camino a medida que se construía el mismo.
Muchas veces me pregunto que hubiera sido de mi vida, si las personas que intervinieron en ese proceso hubiesen hecho oídos sordos a la instrucción de Jesús de ir y hacer discípulos (Mateo 28:19); si se hubiesen quedado en el molde para no molestar o incomodar en muchos casos, a quien veían por primera vez, o con quien no tenían mucha confianza. Si no hubiesen entendido que Jesús es causa de división (Mateo 10:34-36)
Cuando uno conoce realmente a Dios y empieza a tener esa relación con Él, tiene un deseo incontenible de transmitirle a la gente, lo bien que se siente y como esa nueva relación ha cambiado nuestras vidas.
El primer blanco de ese ímpetu normalmente es nuestro círculo más allegado, los cuales luego de soportar nuestra avalancha de razones, pueden tener las más diversas reacciones, como ser la aceptación, el desinterés, el rechazo y hasta la indiferencia, expresadas en la clásicas respuestas como que cada uno cree según su conciencia, o no hay que forzarle a la gente, o yo estoy bien con mi religión, allá vos con la tuya, etc., y en algunos casos hasta se sienten agredidos por nuestro ímpetu y vehemencia.
Más allá de estas formas de reacción lo cierto es que Jesús, cuando iba a ascender a los cielos, dejó una instrucción bien clara "Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia a todos" (Marcos 16:15 NTV). Es más nos aseguró que Él estaría con nosotros todos los días (Mateo 28:20), por lo que se convierte en una comisión dada a todos sus seguidores sin distinción de credo, ni condición.
De hecho aún no existían las diversas denominaciones, pues nótese que a sus seguidores se los llamó cristianos recién en Antioquia (Hechos 11:26), unos años después de la ascensión.
Para quienes llegan a descubrir el secreto de esta relación de Amor con Jesús, la orden dada por Él en estos versículos sirve de suficiente motivación para emprender la tarea de llevar la Buena Noticia del regalo de la salvación, todos los días, las 24 horas.
Pero existen otras razones, que por más que desconozcamos, deben impulsarnos a llevar esta Buena Noticia; es como cuando visitamos un país extraño, no podemos alegar desconocer las leyes del mismo para evitar su vigencia en nuestras vidas.
En Ezequiel 33:6-9, Dios nos advierte que nos ha puesto por atalaya de sus hijos y que si nos callamos ante los errores de nuestros hermanos, demandará su sangre de nuestras manos, por lo que pasamos a asumir la responsabilidad por la perdición de esas almas, y si bien nuestra salvación no es por obras, si no que por gracia para que nadie se gloríe por ello (Efesios 2: 8-9), también es cierto que el día del juicio nuestras obras; las que deben estar fundamentadas en Jesucristo; serán probadas a fuego. Si permanecen, recibiremos nuestro galardón (1 Corintios 3:11-15). Quiere decir que cada vez que decidimos hablar o callarnos a nuestros hermanos, vamos a determinar qué tipo de recompensa recibiremos en el día del juicio, del cual nadie puede escapar.
La Palabra de Dios nos advierte que la gran mayoría de nosotros tenemos un gran entusiasmo por Dios, pero es un fervor mal encauzado, pues no entendemos la forma en que Dios hace justas a las personas ante Él. Nos negamos a aceptar el modo de Dios y en cambio, nos aferramos a nuestro propio modo de hacernos justos ante Él, tratando de cumplir sus mandamientos (Romanos 10:2-3). Y como caeremos en cuenta si es que nadie nos predica? Si nadie nos cuenta que Jesús es el único camino al Padre? Que nadie puede llegar al Padre si no es a través suyo? (Juan 14:6).
Cuando finalmente nuestro Señor vuelva, y arregle cuenta de los talentos que ha confiado a nuestro cuidado, estoy seguro que a todos sin excepción nos gustaría oír "Siervo bueno y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor", y es por eso, muchas veces traspasando los límites de la cordura y buena costumbres, no callamos el Evangelio.

El AMOR, la fuente de nuestra prosperidad

Hace un par de semanas atrás, volviendo de una reunión con amigos, venia conversando sobre como a algunos parece resultarle más fácil prosperar que a otros.
Existen dos formas de llegar a los pies de Cristo, por amor o por dolor; dolor financiero, de pareja, familiar, de salud, en fin dolor de diversas maneras, pero de todas estas formas parecería que la sanidad de las finanzas es la más llamativa, o por lo menos la que más se percibe.
En la Palabra de Dios existen alrededor de 2.350 versículos que hablan de dinero y tiene aproximadamente 3.573 promesas para cada uno de sus hijos.
Cuando las promesas financieras parecen no venir, empezamos a preguntarnos que estamos haciendo mal o porque Dios parece estar molesto con nosotros, y la verdad es que nunca hemos estado más equivocados. La Biblia dice en 3 Juan 2, que Dios desea que prosperemos, pero con una condición que prosperemos conforme a como prospera nuestra alma.
Pero porque nuestra alma?, y en qué debería prosperar nuestra alma? En primer lugar nuestra alma debe prosperar pues es lo que está en juego en el mundo espiritual, sabemos que nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de nuestro creador, es decir cuerpo, alma y espíritu. Cuando muramos, este cuerpo no lo vamos a llevar pues los resucitados en Cristo tendremos un cuerpo glorificado, esta carne y estos huesos se convertirán en polvo. El espíritu que es ese hálito de vida que sopló Dios en Adán para que tuviera vida, le pertenece a Él y a Él va a volver. Finalmente nuestra alma que es donde reside nuestra voluntad, nuestra capacidad de sentir y tomar decisiones, puede tener dos destinos dependiendo de las decisiones que hayamos tomado en esta vida; si hemos decidido confesar que Jesucristo es nuestro único y suficiente Salvador vamos a pasar la eternidad en el cielo, es decir en las moradas que hay en la casa del Padre, donde Jesús fue a prepararnos lugar (Juan 14:2).
Es por eso que es importante que nuestra alma prospere, para ser dignos de morar en ese lugar, salvo que deseemos ir a parar a un lugar con temperaturas un tanto más elevadas y donde es el llanto y el crujir de dientes, cosa que no creo que nadie en su sano juicio pueda anhelar.
Ahora bien, la siguiente pregunta que queda por responder es, en qué debe prosperar nuestra alma, para poder ser prosperado en todo como dice en 3 Juan 2, y ver realizada la promesa de Dios para nuestra vida?.
La verdad que la Biblia entrega un montón de enseñanzas de cómo debemos conducirnos en esta vida, y no podríamos enumerar en orden de importancia cada una de ellas, porque considero que todas son igual de importante, pero el mismo Jesús fue bien claro cuando le preguntaron cuál era el principal mandamiento, y es Amar a Dios por sobre todas las cosas, y ese mandamiento de por sí ya es muy amplio, pensemos que tenemos que amar a Dios por encima de nosotros mismos, de nuestros intereses particulares.
También dijo que había que amar al prójimo (Mateo 22:39) y llevó aún más lejos este mandamiento, cuando dijo que hay que amar a nuestros enemigos pues que mérito tiene amar a quien no nos ha hecho daño (Mateo 5:44-47), evidentemente el Amor es una pieza clave en nuestro andar cristiano.
En griego; el idioma en que fue escrito el nuevo testamento, existen varias palabras para definir el significado del amor, así tenemos el Amor Eros, para definir el amor pasional o sensual, el Amor Philios, para definir un amor virtuoso, desapasionado que incluye la lealtad a los amigos, la familia o la comunidad, El Amor Storge que es el afecto natural como el de los padres a los hijos, y el Amor Ágape, para definir el amor incondicional o puro que es el Amor de Dios por nosotros, sus criaturas e hijos.
La Biblia dice en 1 de Juan 4:8 que Dios es amor y él que no ama no ha conocido a Dios, pero el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él (1Juan 4:16).
Por ende en lo que nuestra alma debería prosperar es en Amor, fruto del Espíritu, del cual se desprenden los otros frutos que son el gozo o alegría, la paz, la paciencia, la benignidad o gentileza, la bondad, la fe, la mansedumbre o humildad, la templanza o dominio propio, y que son contrarias a las obras de la carne, es decir a las obras de nuestra naturaleza humana y que son la inmoralidad sexual, la impureza, las pasiones sensuales, la idolatría, la hechicería, la hostilidad, las peleas, los celos, los arrebatos de furia, la ambición egoísta, las discordias, las divisiones, la envidia, las borracheras, las fiestas desenfrenadas y cosas parecidas.
La Palabra de Dios es bien clara en este punto, al decirnos que andemos en el Espíritu  y no satisfagamos los deseos de la carne (Gálatas 5:16), así que la próxima vez que nos pongamos a evaluar porqué las promesas de prosperidad no se ven reflejadas en nuestra vida, sería bueno que también nos preguntemos qué tanto ha prosperado nuestra alma?, que tanto morimos a nuestra carne para andar conforme al Espíritu? mejoramos la actitud con que afrontamos las circunstancias de la vida?, nos sujetamos a la voluntad del Padre sin cuestionar?, cual es la calidad de nuestra alabanza a Dios Padre, o es que en nuestros labios está siempre presente la quejabanza?, qué tanto estamos reflejando el carácter de Cristo en nuestra vida?.
No es fácil, de hecho creo que es un proceso en el cual Dios trabajará con nosotros hasta el día en que seamos llamados a su presencia. Pero debemos recordar que para Jesús tampoco fue fácil ir a la cruz del calvario, sin embargo fue fiel y obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, el peor castigo que se le podía incurrir a un ser humano en esa época.
Pidamos al Espíritu Santo que mora en nosotros, que nos guíe, nos de sabiduría para poder prosperar nuestra alma, y remueva de nosotros todo aquello que la impida prosperar, y así podamos disfrutar de la prosperidad en todas las áreas de nuestra vida; pues si nosotros siendo malos, sabemos dar buenas dádivas a nuestros hijos, cuánto más nuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mateo 7:11). Porque después de todo como son más altos los cielos que la tierra, así son los caminos del Señor, más altos que los nuestros, y sus pensamientos más altos que los nuestros (Isaías 55:9).