Conduciendo de regreso a la oficina luego de que la cita programada con el proveedor del servicio fuera cancelada, la molestia que sentía por quien faltó al encuentro previamente agendado y programado no dejaba de dar vueltas en mi cabeza. No podía entender como una empresa tan grande, pueda tratar de ese modo a sus clientes, y no una, sino dos veces!!!! Era una total falta de respeto!!!
En un mundo tan competitivo, donde la oferta es amplia y los consumidores somos cada vez más exigentes, es inconcebible ser tratado con tanto desprecio. Parecería que el tiempo de uno, no tuviese valor. Para completar, el servicio de atención al usuario me tenía en espera pues llamadas anteriores a la mía estaban siendo atendidas.
Es de suponer que con la mala experiencia que particularmente estaba teniendo, seguramente eramos muchos los que queríamos quejarnos del mal trato recibido por parte de tan prestigiosa empresa.
Estos pensamientos me acompañaron durante varios kilómetros, con el correspondiente efecto multiplicador en mi sentimiento de frustración, ira e impotencia. El que a su vez producía una mayor irritación. Para ser bien claros, en ese momento mi carne tenía un total dominio sobre mi persona.
Cuando finalmente la calma fue volviendo a mí, y el dominio propio apareció nuevamente, el Señor empezó a hablarme al corazón. A mi mente saltaron los cuestionamientos de cuántas veces en la vida nosotros actuamos de ese mismo modo con nuestros prójimos? Cuántas veces faltamos a citas previamente acordadas? Pero por supuesto que en nuestro caso existirán mil y un motivos para explicar por qué no podemos asistir, y los mismos tendrían el peso de mil razones. Todas ellas muy valederas y bien fundamentadas, tanto que el no reconocerlas sería una total falta de consideración.
Finalmente, en las últimas cuadras antes de llegar a destino, una pregunta aguda y punzante sonó dentro mío. Una pregunta cuya respuesta confrontó mi corazón terriblemente, porque cuántas veces, los que nos hacemos llamar hijos de Dios, al iniciar nuestras actividades diarias dejamos de lado a nuestro Padre Celestial? Cuántas mañanas al levantarnos vamos directo a iniciar la jornada y dejamos esperando a quien nos regala la oportunidad de vivir un nuevo día? Cuántas veces no asistimos al encuentro matutino con nuestro Padre, quien, en su amor infinito, nos regala cada mañana un nuevo día para que nos gocemos y alegremos en Él? (Salmos 118:24 parafraseado).
Dios nos ha escogido aún antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4), y nos dice que Él será un Padre para nosotros y nosotros seremos sus hijos (2 Corintios 6:18 parafraseado) y como tales su Palabra nos llama a ser imitadores de Cristo (1 de Corintios 11:1 parafraseado), quien padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigamos sus pisadas (1 Pedro 2:21).
Escudriñando los Evangelios, encontramos que Jesús se apartaba para orar a lugares desiertos (Lucas 5:16). En otra ocasión siendo de mañana, aún en la oscuridad de la noche, se retiró al desierto a orar (Marcos 1:35-37 parafraseado). Inclusive en el momento de su más dura prueba, cuando debía ser entregado para cumplir con el propósito para el cual había venido a este mundo, se retiró a orar al Padre buscando su fortaleza para todo lo que debía enfrentar en ese momento (Lucas 22:41).
Jesús nos enseñó que al orar no lo hagamos con vanas repeticiones y que lo hagamos en la intimidad de nuestra privacidad (Mateo 6:5-7 parafraseado), además a través del sacrificio de Cristo ahora tenemos entrada libre (Hebreos 10:19-20) y podemos disfrutar de su presencia y asimismo acercarnos confiadamente para buscar su ayuda y su socorro (Hebreos 4:16).
Además, por otro lado, a lo largo de toda la Biblia podemos darnos cuenta que la misma se trata de que Dios siempre ha buscado al hombre y no por el contrario como nuestro enemigo el diablo nos quiere hacer creer, que somos los hombres quienes creemos tener la necesidad de buscar a Dios. Pero ya sabemos que él es el padre de la mentira (Juan 8:44 Parafraseado).
Por lo tanto, si en verdad deseamos ser encontrados con un corazón conforme al corazón de Dios al igual que David (Hechos 13:22 parafraseado), hagamos como Él y de mañana temprano busquemos al Señor, asistamos a la cita marcada con nuestro Señor, alimentemos nuestra alma sedienta de Él, y veremos su Gloria y su Poder en nuestra vida (Salmo 63:1-2 parafraseado).