jueves, 31 de agosto de 2017

Qué les podemos pedir?

Fue la pregunta que surgió en un grupo de whastapp al que pertenezco, cuando alguien subió la foto de un vehículo de alta gama estacionado en un lugar prohibido frente a una institución de educación a la cual se supone asiste gente de cierta posición económica. Y es que muchas veces en nuestra vida nos encontramos con circunstancias en las cuales la educación cívica y nuestro buen juicio nos dictan que el actuar de alguien más no es el correcto. 
En la mayoría de las veces damos rienda suelta a nuestros impulsos y nos convertimos en jueces y verdugos de quienes se han equivocado en su proceder, y por si esto fuera poco en el ejercicio de esta auto-proclamada investidura, parecería ser que la vara de medición la ajustamos a ojo de buen cubero según el grado de instrucción que estimamos haya recibido el sujeto sentado en el banquillo de los acusados. 
En la mayoría de las veces la altura de esta vara la ajustamos con el nivel del poder adquisitivo, el cual no va más allá de una estimación nuestra según vemos como viste, en que se moviliza, el nivel de instrucción educativa que posea, o el lugar donde se haya formado. Y ni que decir si nos aventuramos a suponer el origen de su buen pasar. 
En otras palabras si estimamos que su poder adquisitivo es elevado nuestro nivel de exigencia hacia su conducta será más estricto, y esto porque a nuestro criterio tuvo más oportunidades que otros, y por ende, si la estimación de su posición financiera es baja, el nivel de exigencia tiende a ser más permisivo, puesto que suponemos ha tenido menos oportunidades en la vida, o dicho de otra manera que les podemos pedir a los menos favorecidos económicamente, si los que tienen mayores oportunidades no son capaces de…… (complete el lector la frase con las palabras que sean de su agrado).
En el Sermón del Monte, como son conocidas las enseñanzas de Jesús que se encuentran en los capítulos cinco, seis y siete del Libro de Mateo, encontramos lo que la propia Palabra de Dios definió como la Regla de Oro, “así como quieres que hagan contigo, hazlo tú a los demás.”
Normalmente este principio se explica desde la óptica de que debo ser yo el primero que lo ponga por práctica, para luego esperar que los demás lo hagan, lo cual es correcto. De hecho, el mismo Jesús enseñó que primero debemos mirar la viga en nuestro ojo, antes que la paja en el ajeno (Lucas 6:42 parafraseado). Pero, nos hemos preguntado que pasaría si en vez de juzgar a los demás, les pidiéramos que apliquen este mismo principio? Si a todos por igual sin entrar a tallar las oportunidades que hayan tenido, o la formación que hayan recibido, o más allá de su condición económica, la vara de medición fuese la puesta en práctica de esa “Regla de Oro”?. Seriamos capaces de imaginar un mundo en el que todos nuestros actos estén guiados por la manera en que los mismos afectarían a nuestros prójimos? Dónde cada decisión que uno tome, esté fundamentada en cómo afectaría a los demás?
Ya sé! Suena muy idealista, pero en realidad estaríamos dando cumplimiento al nuevo mandamiento que nos dio Jesús, el que nos amemos unos a otros (Juan 13:34-35 parafraseado).
Algunos tal vez piensen que en el tiempo en que se escribieron los libros que componen la Biblia muchas de las situaciones actuales no se vivían o no formaban parte de la realidad de ese momento. Otros tal vez sostengan que los problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad difieren de los que en ese tiempo existían, o son mucho más complejos, o peor aún consideren que lo que en ella está escrito no se ajusta a la actualidad de hoy. Otros tal vez prefieran separar las cosas y dejar las cuestiones “religiosas” al ámbito de la iglesia, algo así como si viviéramos en compartimiento estancos, pero eso sería como tratar de separar al hombre en áreas independientes, como, por ejemplo, separar las emociones de la parte física o biológica, y sabemos que el ser humano es una unidad integral, única e indivisible.
Lo cierto es que en la Biblia se encuentran un cumulo de enseñanzas, la cuales sirven al hombre para tener una vida exitosa, llena de optimismo y de salud mental, en ella encontramos solución para los más diversos y variados temas a los que se enfrenta la humanidad, y por si fuera poco transforma la mente y los corazones de quienes se aferran a Ella. Ocurre que lastimosamente satanás, el dios de este mundo, ha cegado el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la verdad del evangelio de Cristo (2 Corintios 4:4), y de ese modo con su astucia nos engaña diariamente al igual que lo hizo con Adán y Eva en los origines de la creación con el propósito de que vivamos alejados de Dios. 
Hoy al igual que en el pasado, Dios pone delante nuestro la vida y la muerte, y nos da la libertad de elegir entre ellas. Al optar por la vida; lo que en otras palabras significa elegir su Palabra; nos garantiza una vida de bendición (Deuteronomio 30:15-19 parafraseado). Por lo tanto, pongamos su Palabra por obra, alineemos nuestro corazón al centro de su Voluntad y esa paz que sobrepasa todo entendimiento guardará nuestros corazones (Filipenses 4:7 parafraseado).

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