miércoles, 31 de mayo de 2017

Moneditas de Oro

En cierta ocasión conversando con una persona sobre diversos temas referente a las relaciones interpersonales, mi interlocutor me dijo que llegó a la conclusión de que él no era monedita de oro para caerle bien a todo el mundo.
En ese momento parecía ser una manera de pensar bastante realista, y hasta una buena justificación para cuando uno no comparte la manera de pensar de otros. Y es que no podemos pretender caerle bien a todo el mundo, puesto que eso implicaría que debemos pensar y actuar todos de la misma manera y se sabe que ello no es posible. Y es que siempre van a existir diferentes posturas y diferentes puntos de vista sobre hechos y circunstancias determinadas, debido a la diversidad de personas existentes sobre la faz de la tierra. Algunos compartiremos ciertos criterios o pensamientos con otros, pero difícilmente estaremos de acuerdo en la totalidad de las cosas, salvo que lo hagamos expresamente y con intencionalidad, es decir buscando la aceptación de determinado grupo al cual deseamos pertenecer. 
Abraham Maslow, autor de la famosa pirámide que lleva su nombre, habla de la jerarquía de las necesidades humanas, y las clasifica en cinco categorías en orden de prioridades donde la cuarta categoría corresponde a las necesidades de estima o reconocimiento.
Esta necesidad de autoestima es lo que da el pilar fundamental para que el ser humano se convierta en una persona de éxito o alguien abocado hacia el fracaso. Es por ello que cuando la persona siente que su autoestima es baja, busca por otros medios el reconocimiento público como un arma de defensa ante la sensación de fracaso o inseguridad que percibe de sí misma. 
En la Biblia encontramos varios ejemplos de gente que ha sufrido de baja autoestima o inseguridad, y de cómo reaccionaron ante determinada situación. Uno de ellos fue el propio Moisés, quien no se creía capaz de enfrentarse a Faraón aun cuando Dios, le dijo que estaría con él (éxodo 3:10-12 parafraseado), sin embargo, aun así, se presentó ante Faraón y ya sabemos cómo terminó la historia, fue él quien guio al pueblo de Israel a través del desierto. Otro ejemplo es el de Gedeón, a quien un ángel de Jehová le dijo que el libraría a su pueblo de los madianitas que los asolaban, y aunque era el menor de la casa de su padre, una pobre familia de la tribu de Manasés, aun lleno de dudas hizo caso de la promesa de Dios y cumplió su propósito (Jueces 6-7).  En cambio, tenemos el caso del Rey Saul quien cuando Samuel le profetizó que sería ungido por rey para Israel se consideró el menos importante de la pequeña tribu de Benjamín y en consecuencia se escondió (1 Samuel 9:22). Y ni que decir cuando se enfrentó a los filisteos en Gilgal, en vez de confiar en la palabra que había recibido por parte de Dios, actuó locamente y sin prudencia, lo que le costó que su reino no fuera duradero. (1 Samuel 13:11-14), y si a eso le sumamos su desobediencia a los mandamientos de Jehová (1 Samuel 15) comprenderemos por qué fue desechado.
El punto es, que no importa cómo nos veamos a nosotros mismos, o la impresión que podamos causar en los demás. Lo que a cada uno de nosotros le debe importar es como nos percibe Dios?, Qué opinión tiene de nosotros? Si al final seremos hallados siervos buenos y fieles, o seremos desaprobados como aquel que por temor escondió los talentos (Mateo 25). 
La Biblia nos dice que no debemos buscar la vanagloria del mundo, la cual no viene de Dios, sino del mundo en que vivimos, y las cosas del mundo y sus deseos pasarán, pero aquel que hace la voluntad de Dios, ese permanecerá para siempre (1 Juan 2:16-17 parafraseado). Por otro lado, si lo que buscamos es el reconocimiento de los hombres, el ser alabados por ellos, pues bien, esa será toda la recompensa que recibiremos y nada más. En cambio, por el contrario, si todo lo que hacemos lo hacemos buscando la justicia del Reino de Dios sin hacer alarde de ello, nuestro Padre que está en lo cielos lo verá, y nos recompensará en público (Mateo 6:1-4 parafraseado). En otras palabras, el norte de nuestra brújula debe estar en agradar a Dios, haciendo todo lo que hagamos de corazón, sabiendo que de Él recibiremos la recompensa de nuestra herencia. (Colosenses 3:23-24 parafraseado).
No importa si nos sentimos capacitados o no para llevar a cabo la tarea que se nos encomienda, recordemos que solo nos basta su Gracia, la cual se perfecciona en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9) y que lo vil de este mundo fue escogido por Dios para avergonzar a los sabios y a los fuertes (1 Corintios 1:26-28 parafraseado). Una pregunta final, en que banco nos cotizaremos como monedas de oro?

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