sábado, 20 de octubre de 2018

Los deleites de Capua


Cuentan los libros de historia que en la segunda Guerra Púnica que enfrentó a Roma con Cartago, el general cartaginés Aníbal Barca, estuvo a un momento de cambiar el destino de la humanidad, ya que, en vez de conquistar Roma, acampó en Capua, en ese entonces el lugar más delicioso de Italia, donde sus soldados se entregaron a una vida de holganza y deleites. En otras palabras, porque Aníbal se durmió en sus deleites, la cultura occidental no descendió de los cartagineses.
Cuantas veces en nuestra vida nos comportamos de esa manera, y nos quedamos dormidos en deleites que no nos permiten cumplir con nuestro propósito en la vida. Cuantas veces tropezamos con distractores que nos impiden alcanzar todo lo que Dios tiene reservado para sus hijos. Y es que, satanás el dios de este mundo, está muy interesado en desviarnos de los planes y pensamientos que Dios tiene para cada uno de nosotros, planes de bienestar y no de calamidad a fin de darnos un futuro y una esperanza (Jeremías 29:11 NVI).
Ocurre que como muchas veces tenemos segado el entendimiento, no nos puede resplandecer la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios (2 Corintios 4:4), es decir no podemos conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, para que seamos llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios 3:19).
El propio Dios nos advierte que sembramos mucho, pero recogemos poco, que comemos, pero no nos saciamos, bebemos, pero no quedamos satisfechos, y que el jornal de nuestro trabajo cae en saco roto. (Hageo 1:6). Esto pasa porque mientras su templo está en ruinas, cada uno de nosotros nos enfocamos en nosotros mismos (Hageo 1:9 parafraseado).
Pero, que nos quiere decir Dios con estas palabras, pues bien, no debemos olvidar que nuestro cuerpo es el templo de Espíritu Santo, el cual tenemos de Dios (1 Corintios 6:9), por lo tanto, si lo descuidamos o mejor dicho no lo construimos, estamos descuidando el templo de Dios, porque como lo dice la Biblia, Dios es espíritu (juan 4:24).
Ahora bien, en este mundo donde el culto a la personalidad y el cuidado físico está tan en auge, donde cada día más la tendencia es hacia lo saludable y lo fitness, se podría decir que es un contrasentido afirmar que si no nos ocupamos de nuestro cuerpo, no estamos cuidando el templo de Dios, y aunque si bien es cierto que si queremos disfrutar de una larga y saludable  estancia en este mundo, los setenta u ochenta años de vida que nos promete Dios en su Palabra (Salmos 90:10), es importante llevar un estilo de vida que nos ayude a ello, existe además otro aspecto más importante que también debemos cuidar.
El negocio de Dios es el negocio de las almas, puesto que cuando morimos, nuestro cuerpo se convierte en polvo y vuelve a la tierra, como era, y el espíritu vuelve a Dios que fue quien lo dio (Eclesiastés 12:7 parafraseado), pero nuestra alma, la cual es el asiento de nuestras emociones, de nuestra voluntad, de nuestra capacidad de tomar decisiones, puede  tener uno de dos destinos, el lago de azufre y fuego, donde es el lloro y el crujir de dientes (Apocalipsis 20:14) o la casa del Padre, donde muchas moradas hay y Jesús nos  ha preparado un lugar (Juan 14:2 parafraseado).
Dicho esto, al construir el templo de Dios en nuestra vida, donde deberíamos hacer foco es en edificar nuestra alma, pero, cómo lo hacemos? Donde conseguir “los planos” para lograrlo? Pues bien existe un manual de instrucciones que ha sido dado a los hombres por el mismo Dios, y hago referencia a su Palabra, la Biblia la cual es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino (Salmos 119;105), y nos asegura que, si meditamos en ella de día y de noche, con la premisa de ponerla en práctica, pues entonces haremos prosperar nuestro camino y todo nos saldrá bien (Josué 1:8).
Pero debemos ser diligentes y no perezosos en guardar nuestra alma, porque haber precioso del hombre es la diligencia (Proverbios 12:27), teniendo siempre presente que nuestro enemigo el diablo anda como león rugiente buscando a quien destruir (1 Pedro 5:8) y no escatimará esfuerzos para apartarnos del propósito de Dios para nuestras vidas. No le permitamos pues que nos distraiga con los “deleites de Capua” seamos como el hombre sabio que construye sobre la roca, la cual es Cristo y de esa manera, nos construiremos tesoros en los cielos donde la polilla y el orín no pueden corromper, y los ladrones minar, ni hurtar (Mateo 6:20 parafraseado), porque después de todo, Dios no puede ser burlado y lo que el hombre sembrare eso cosechará. (Gálatas 6:7)

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