Como la gran mayoría de los paraguayos, fui criado en una
familia con profundas convicciones católicas y con la certeza de la existencia
de un Dios creador del universo y de todo lo que en él existe. Fui educado en
un colegio religioso por sacerdotes que me enseñaron de religión y a cumplir
los mandamientos de la misma, pero que lastimosamente no me enseñaron a tener
una relación con Dios.
Por la misericordia de Dios, un día, el Espíritu Santo
tocó a mi puerta y lo invité a pasar, pero debo admitir que fue un proceso que
se inició unos meses antes y en el cual Dios usó a varias personas que fue
poniendo en mi camino a medida que se construía el mismo.
Muchas veces me pregunto que hubiera sido de mi vida, si
las personas que intervinieron en ese proceso hubiesen hecho oídos sordos a la
instrucción de Jesús de ir y hacer discípulos (Mateo 28:19); si se hubiesen
quedado en el molde para no molestar o incomodar en muchos casos, a quien veían
por primera vez, o con quien no tenían mucha confianza. Si no hubiesen
entendido que Jesús es causa de división (Mateo 10:34-36)
Cuando uno conoce realmente a Dios y empieza a tener esa
relación con Él, tiene un deseo incontenible de transmitirle a la gente, lo
bien que se siente y como esa nueva relación ha cambiado nuestras vidas.
El primer blanco de ese ímpetu normalmente es nuestro
círculo más allegado, los cuales luego de soportar nuestra avalancha de
razones, pueden tener las más diversas reacciones, como ser la aceptación, el
desinterés, el rechazo y hasta la indiferencia, expresadas en la clásicas
respuestas como que cada uno cree según su conciencia, o no hay que forzarle a
la gente, o yo estoy bien con mi religión, allá vos con la tuya, etc., y en
algunos casos hasta se sienten agredidos por nuestro ímpetu y vehemencia.
Más allá de estas formas de reacción lo cierto es que
Jesús, cuando iba a ascender a los cielos, dejó una instrucción bien clara
"Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia a todos" (Marcos
16:15 NTV). Es más nos aseguró que Él estaría con nosotros todos los días
(Mateo 28:20), por lo que se convierte en una comisión dada a todos sus
seguidores sin distinción de credo, ni condición.
De hecho aún no existían las diversas denominaciones, pues
nótese que a sus seguidores se los llamó cristianos recién en Antioquia (Hechos
11:26), unos años después de la ascensión.
Para quienes llegan a descubrir el secreto de esta
relación de Amor con Jesús, la orden dada por Él en estos versículos sirve de
suficiente motivación para emprender la tarea de llevar la Buena Noticia del
regalo de la salvación, todos los días, las 24 horas.
Pero existen otras razones, que por más que
desconozcamos, deben impulsarnos a llevar esta Buena Noticia; es como cuando visitamos
un país extraño, no podemos alegar desconocer las leyes del mismo para evitar
su vigencia en nuestras vidas.
En Ezequiel 33:6-9, Dios nos advierte que nos ha puesto
por atalaya de sus hijos y que si nos callamos ante los errores de nuestros
hermanos, demandará su sangre de nuestras manos, por lo que pasamos a asumir la
responsabilidad por la perdición de esas almas, y si bien nuestra salvación no
es por obras, si no que por gracia para que nadie se gloríe por ello (Efesios
2: 8-9), también es cierto que el día del juicio nuestras obras; las que deben
estar fundamentadas en Jesucristo; serán probadas a fuego. Si permanecen,
recibiremos nuestro galardón (1 Corintios 3:11-15). Quiere decir que cada vez
que decidimos hablar o callarnos a nuestros hermanos, vamos a determinar qué
tipo de recompensa recibiremos en el día del juicio, del cual nadie puede
escapar.
La Palabra de Dios nos advierte que la gran mayoría de
nosotros tenemos un gran entusiasmo por Dios, pero es un fervor mal encauzado,
pues no entendemos la forma en que Dios hace justas a las personas ante Él. Nos
negamos a aceptar el modo de Dios y en cambio, nos aferramos a nuestro propio
modo de hacernos justos ante Él, tratando de cumplir sus mandamientos (Romanos
10:2-3). Y como caeremos en cuenta si es que nadie nos predica? Si nadie nos
cuenta que Jesús es el único camino al Padre? Que nadie puede llegar al Padre
si no es a través suyo? (Juan 14:6).
Cuando finalmente nuestro Señor vuelva, y arregle cuenta
de los talentos que ha confiado a nuestro cuidado, estoy seguro que a todos sin
excepción nos gustaría oír "Siervo bueno y fiel, sobre poco has sido fiel,
sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor", y es por eso, muchas veces traspasando los límites de la cordura y buena costumbres, no
callamos el Evangelio.
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