sábado, 20 de septiembre de 2014

El AMOR, la fuente de nuestra prosperidad

Hace un par de semanas atrás, volviendo de una reunión con amigos, venia conversando sobre como a algunos parece resultarle más fácil prosperar que a otros.
Existen dos formas de llegar a los pies de Cristo, por amor o por dolor; dolor financiero, de pareja, familiar, de salud, en fin dolor de diversas maneras, pero de todas estas formas parecería que la sanidad de las finanzas es la más llamativa, o por lo menos la que más se percibe.
En la Palabra de Dios existen alrededor de 2.350 versículos que hablan de dinero y tiene aproximadamente 3.573 promesas para cada uno de sus hijos.
Cuando las promesas financieras parecen no venir, empezamos a preguntarnos que estamos haciendo mal o porque Dios parece estar molesto con nosotros, y la verdad es que nunca hemos estado más equivocados. La Biblia dice en 3 Juan 2, que Dios desea que prosperemos, pero con una condición que prosperemos conforme a como prospera nuestra alma.
Pero porque nuestra alma?, y en qué debería prosperar nuestra alma? En primer lugar nuestra alma debe prosperar pues es lo que está en juego en el mundo espiritual, sabemos que nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de nuestro creador, es decir cuerpo, alma y espíritu. Cuando muramos, este cuerpo no lo vamos a llevar pues los resucitados en Cristo tendremos un cuerpo glorificado, esta carne y estos huesos se convertirán en polvo. El espíritu que es ese hálito de vida que sopló Dios en Adán para que tuviera vida, le pertenece a Él y a Él va a volver. Finalmente nuestra alma que es donde reside nuestra voluntad, nuestra capacidad de sentir y tomar decisiones, puede tener dos destinos dependiendo de las decisiones que hayamos tomado en esta vida; si hemos decidido confesar que Jesucristo es nuestro único y suficiente Salvador vamos a pasar la eternidad en el cielo, es decir en las moradas que hay en la casa del Padre, donde Jesús fue a prepararnos lugar (Juan 14:2).
Es por eso que es importante que nuestra alma prospere, para ser dignos de morar en ese lugar, salvo que deseemos ir a parar a un lugar con temperaturas un tanto más elevadas y donde es el llanto y el crujir de dientes, cosa que no creo que nadie en su sano juicio pueda anhelar.
Ahora bien, la siguiente pregunta que queda por responder es, en qué debe prosperar nuestra alma, para poder ser prosperado en todo como dice en 3 Juan 2, y ver realizada la promesa de Dios para nuestra vida?.
La verdad que la Biblia entrega un montón de enseñanzas de cómo debemos conducirnos en esta vida, y no podríamos enumerar en orden de importancia cada una de ellas, porque considero que todas son igual de importante, pero el mismo Jesús fue bien claro cuando le preguntaron cuál era el principal mandamiento, y es Amar a Dios por sobre todas las cosas, y ese mandamiento de por sí ya es muy amplio, pensemos que tenemos que amar a Dios por encima de nosotros mismos, de nuestros intereses particulares.
También dijo que había que amar al prójimo (Mateo 22:39) y llevó aún más lejos este mandamiento, cuando dijo que hay que amar a nuestros enemigos pues que mérito tiene amar a quien no nos ha hecho daño (Mateo 5:44-47), evidentemente el Amor es una pieza clave en nuestro andar cristiano.
En griego; el idioma en que fue escrito el nuevo testamento, existen varias palabras para definir el significado del amor, así tenemos el Amor Eros, para definir el amor pasional o sensual, el Amor Philios, para definir un amor virtuoso, desapasionado que incluye la lealtad a los amigos, la familia o la comunidad, El Amor Storge que es el afecto natural como el de los padres a los hijos, y el Amor Ágape, para definir el amor incondicional o puro que es el Amor de Dios por nosotros, sus criaturas e hijos.
La Biblia dice en 1 de Juan 4:8 que Dios es amor y él que no ama no ha conocido a Dios, pero el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él (1Juan 4:16).
Por ende en lo que nuestra alma debería prosperar es en Amor, fruto del Espíritu, del cual se desprenden los otros frutos que son el gozo o alegría, la paz, la paciencia, la benignidad o gentileza, la bondad, la fe, la mansedumbre o humildad, la templanza o dominio propio, y que son contrarias a las obras de la carne, es decir a las obras de nuestra naturaleza humana y que son la inmoralidad sexual, la impureza, las pasiones sensuales, la idolatría, la hechicería, la hostilidad, las peleas, los celos, los arrebatos de furia, la ambición egoísta, las discordias, las divisiones, la envidia, las borracheras, las fiestas desenfrenadas y cosas parecidas.
La Palabra de Dios es bien clara en este punto, al decirnos que andemos en el Espíritu  y no satisfagamos los deseos de la carne (Gálatas 5:16), así que la próxima vez que nos pongamos a evaluar porqué las promesas de prosperidad no se ven reflejadas en nuestra vida, sería bueno que también nos preguntemos qué tanto ha prosperado nuestra alma?, que tanto morimos a nuestra carne para andar conforme al Espíritu? mejoramos la actitud con que afrontamos las circunstancias de la vida?, nos sujetamos a la voluntad del Padre sin cuestionar?, cual es la calidad de nuestra alabanza a Dios Padre, o es que en nuestros labios está siempre presente la quejabanza?, qué tanto estamos reflejando el carácter de Cristo en nuestra vida?.
No es fácil, de hecho creo que es un proceso en el cual Dios trabajará con nosotros hasta el día en que seamos llamados a su presencia. Pero debemos recordar que para Jesús tampoco fue fácil ir a la cruz del calvario, sin embargo fue fiel y obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, el peor castigo que se le podía incurrir a un ser humano en esa época.
Pidamos al Espíritu Santo que mora en nosotros, que nos guíe, nos de sabiduría para poder prosperar nuestra alma, y remueva de nosotros todo aquello que la impida prosperar, y así podamos disfrutar de la prosperidad en todas las áreas de nuestra vida; pues si nosotros siendo malos, sabemos dar buenas dádivas a nuestros hijos, cuánto más nuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (Mateo 7:11). Porque después de todo como son más altos los cielos que la tierra, así son los caminos del Señor, más altos que los nuestros, y sus pensamientos más altos que los nuestros (Isaías 55:9).

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