domingo, 25 de diciembre de 2016

Una noche de algarabía

Ya todo está predispuesto para la reunión familiar, los últimos retoques a la mesa fueron realizados antes de que lleguen los invitados. El menú debidamente preparado, los adornos perfectamente colocados. Como es habitual en estas fechas el infaltable intercambio de regalos entre los seres queridos es una demostración de amor y afecto. Para completar el ambiente, de fondo se escuchan villancicos que le dan un toque de paz y serenidad al momento presente. Muchos de nosotros somos muy bendecidos, puesto que no todos pueden identificarse con esta situación.
Tal vez la nostalgia a ratos se adueñe de nuestros corazones por aquellas personas que no nos acompañan está noche porque la distancia o el ciclo de la vida han interpuesto una brecha que nos impide compartir con seres queridos este momento.
Atrás quedan los días previos con el estrés vivido para la organización de la cena, quien traerá que? Donde nos reuniremos? Cuanta gente seremos? Sumado a todo esto el hecho de que la rutina diaria continua con su vertiginosa velocidad, consumiendo las hojas de un calendario que se prepara para iniciar un nuevo ciclo de doce meses, con situaciones y realidades por delante a las que habrá que encararlas con todas nuestras fuerzas.
Ahora ya más relajados nos disponemos a pasar un momento agradable, esperando la medianoche para fundirnos en abrazos y felicitaciones con los mejores deseos de unos para con los otros, y de este modo continuar luego con la velada.
Y aunque es bueno hacer un alto en el año para recordar un acontecimiento tan importante como lo es el nacimiento de nuestro Señor Jesús; el cual fue dado a los hombres porque de tal manera nos amó Dios (Juan 3:16 parafraseado). Deberíamos preguntarnos cuál es el verdadero motivo de esta celebración. Son los buenos deseos? Las demostraciones de amor? Las reuniones familiares? O tal vez la oportunidad de que con el pretexto de estas celebraciones darnos algún gusto o deleitarnos con algo que normalmente durante el año no podamos disfrutar.
Si reflexionamos un poco sobre el acontecimiento que recordamos en estas fechas, deberíamos tener presente que hace dos mil años en Belén nos nació un salvador que es Cristo Jesús (Lucas 2:11 parafraseado), hecho que fue profetizado más de setecientos años antes de que ocurriera por el profeta Isaías durante el reinado del Rey Acaz en Judá (Isaías 7:14).
Treinta y tres años más tarde, ese mismo niño en completa obediencia a su Padre moriría clavado en una cruz, herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, cayendo sobre Él, el castigo de nuestra paz (Isaías 53:5 parafraseado). 
Aun siendo Dios, y habiendo participado en la creación del mundo (Juan 1:3 parafraseado), se hizo hombre y vino a esta tierra a nacer en un establo, para cumplir con el plan divino (Lucas 2:7) y darnos el regalo de la vida eterna (Romanos 6:23 parafraseado).
De esto se trata esta celebración, del cumplimiento del plan de Dios, del cumplimiento de la promesa de restauración entre el hombre y su Creador. Estamos preparados para aceptarla? Nos sentimos dispuestos a aceptar este hermoso regalo? Son preguntas que cada uno de nosotros debemos responder en lo más profundo de nuestro corazón, ya que de la respuesta a las mismas dependerá nuestra conducta futura y por ende nuestro lugar en la eternidad.
Cuando el ángel del Señor se les apareció a los pastores en Belén les dijo que traía buenas nuevas de gran gozo (Lucas 2:10 parafraseado), en otras palabras, una noticia que al igual que a nosotros nos produciría una gran esperanza, porque finalmente la promesa de Dios, de que satanás estaría bajo nuestros pies (Génesis 3:15 parafraseado) se hacía realidad.
Aceptaremos el gozo que nos ofrece el mundo por el deleite de cosas que no perduran y por lo tanto no pueden saciarnos completamente? O nos gozaremos al aceptar el regalo de la vida eterna que nos ofrece Cristo, cuando hace dos mil años vino a este mundo para pagar todas nuestras deudas con nuestro Padre Celestial?
No está mal disfrutar con acciones de gracias de todo lo bueno que Dios pone en nuestra vida pero que no sea ese el foco de nuestra vida sino por el contrario, pongamos los ojos en las cosas del cielo, busquemos primeramente el Reino de Dios y su justicia, que todo lo demás vendrá por añadidura (Mateo 6:33 parafraseado).
Que el Espíritu Santo de Dios, el cual nos ha sido dado para ayudarnos y guiarnos nos recuerde en todo momento que de esto se trata la celebración de esta fecha, que tengamos presente que hace dos mil años, Dios se hizo hombre para pagar la deuda que nos pertenecía.

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