lunes, 30 de mayo de 2016

La cultura del Microondas

Al regreso de la oficina, ya entrada la noche, cuando el hambre apremia y la fatiga de un día intenso ha consumido las pocas fuerzas que restan en el cuerpo, nuestro cerebro busca como calmar el deseo de una rica cena antes de ir a la cama.
Por suerte nuestra sociedad actual ha evolucionado tanto y no solo tecnológicamente hablando, sino hasta el punto de que, en las tiendas podemos encontrar comida lista y preparada para solo darle un golpe de horno, et voila!, la cena está servida! Máximo 3 minutos y podremos saborear un buen plato de comida.
Pensándolo bien, para los tiempos ajetreados que vivimos hoy en día es una magnifica solución, nos ahorra un montón de tiempo, que en otro caso deberíamos invertir en la cocina. Imaginemos llegar a casa alrededor de las 19 hs., y en ese momento recién predisponernos a preparar desde cero la cena; decidir que preparar, buscar los ingredientes y pasar por todo el proceso que empelaban antes nuestras madres para poder servir un sabroso y recién preparado plato de comida, y si a eso le sumamos el tiempo posterior para dejar todo limpio y en orden, terminaríamos descansando cerca de la medianoche. Definitivamente la idea del microondas suena fantástica, más aún cuando al día siguiente debemos levantarnos temprano para iniciar una nueva jornada. No es que los adelantos tecnológicos sean malos, al contrario, muchos de ellos nos hacen la vida más fácil, el problema radica cuando esa comodidad por llamarla de algún modo empieza a volverse en una forma de hacer las cosas, cuando creemos que todo en la vida se consigue con solo apretar un botón con el dedo, y entonces empezamos a ir por la vida como en una autopista de alta velocidad tratando de conseguir todo ya!, porque todo es para ayer!, y no hay tiempo que perder.
Pero, qué pasa cuando nuestros planes y proyectos se demoran?. Cuándo se los encomendamos a Dios, pedimos su intervención divina, y sin embargo vemos transcurrir el tiempo sin siquiera acercarnos ni remotamente a ese fin anhelado?
En la Biblia encontramos algunos ejemplos de personas que, aunque recibieron revelación de parte de Dios, el camino para llegar a buen puerto antes que una hermosa autopista de superficie lisa fue en realidad un tormentoso empedrado con las piedras con las puntas para arriba.
En el capítulo 37 del libro del Génesis, la Biblia narra la historia de uno de estos casos: un hijo de Jacob, llamado José, a quien Dios le había mostrado que lo pondría por encima de sus hermanos y de su padre; cosa que lógicamente produzco la envidia y los celos de sus demás hermanos; al punto que lo vendieron como esclavo, yendo a terminar en Egipto.
Que mal inicio para alguien que había recibido una promesa divina de ser levantado por sobre los demás. Y por si fuera poco, por mantenerse fiel a sus principios, cuando todo parecía en cierta forma reencausarse, dos capítulos más adelante, viene la esposa de Potifar a empeorar las cosas (Génesis 39). Lo concreto es que termina en la cárcel, olvidado por aquella persona a quien había ayudado.
En síntesis, tuvieron que pasar 24 años para que pueda ver la promesa del Señor hecha realidad en su vida, y en todo ese tiempo vemos que la mano del Señor y su misericordia estaban con él.
La historia de José no es el único caso. En el primer libro de Samuel, encontramos la historia del Rey David, quien fue ungido por el profeta a la edad de 17 años para ser Rey de Israel, cosa que ocurrió aproximadamente 20 años después, y en el transcurso de ese tiempo su vida no fue precisamente color de rosas, muy por el contrario, su antecesor lo buscaba para matarlo, vivía escondido en una cueva, huyendo, pero aun así dice la Biblia que terminó sus días en buena vejez, lleno de días, de riquezas y de gloria (1 Crónicas 29:28), y por si fuera poco el propio Dios dio testimonio de él diciendo que halló en David un varón conforme a su corazón quien haría todo lo que Dios quería (Hechos 13:22 parafraseado), aun cuando su vida no fue perfecta (2 Samuel 11).
En ambos casos encontramos un factor común, y es la obediencia a Dios y a su Palabra, porque después de todo como dice la misma Biblia, el temor del Señor es la sabiduría y apartarse del mal la inteligencia (Job 28:28). Es cierto que existe siempre la posibilidad de ir por la vía rápida, pero existen caminos que al hombre parecen rectos, pero su fin son caminos de muerte (Proverbios 16:25).
El Espíritu Santo nos invita a no imitar la conducta de este mundo, a que permitamos que Dios nos transforme cambiando nuestra manera de pensar, para entonces conocer su voluntad para cada uno de nosotros, la cual es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2 NTV parafraseado), porque después de todo, nos prometió que no nos dejaría y no nos desampararía (Hebreos 13:5 parafraseado), que a su tiempo hará que todo sea cumplido (Isaías 60:22 parafraseado), y si Él dijo que lo haría, no lo hará? Dios no es hombre para mentir, ni hijo de hombre para arrepentirse! (Números 23:19).

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