viernes, 31 de mayo de 2019

Vaso o colador?

El teléfono se apagó, la llamada había terminado y la sensación de furia por no haber dicho todo lo que tenía para decir lo sulfuraba, después de todo estaba en su derecho de reclamar cada punto de la larga lista elaborada en su mente. Eran muchos años de haber guardado en su corazón las ofensas y heridas, pero ya no estaba dispuesto a seguir callando. Estaba en todo su derecho de hacerle saber que su actitud lo había lastimado, y ya no estaba dispuesto a seguir soportándolo. Esta vez el vaso se había rebasado!, Era la última gota de una larga acumulación.
En muchas ocasiones actuamos como si fuésemos vasos contenedores, es decir vamos acumulando las cosas que nos pasan, guardándolas en nuestro corazón, y al igual que ocurre con los líquidos, llega un momento en que la tensión superficial de los mismos produce que se rebose el vaso de nuestro corazón y todo su contenido se desparrame, resultando imposible volver a recoger lo vertido. 
Es por eso por lo que sabiamente la Biblia nos aconseja que sobre toda cosa guardada guardemos nuestro corazón, porque de él emana la vida (Proverbios 4:23).
Siguiendo con la analogía del vaso nuestro corazón puede contener
cierta cantidad de ofensas y heridas, y llegará un momento que se colmará, y que su capacidad de contención llegará a su límite, por ende a la siguiente ofensa su “tensión superficial” se verá superada produciendo el desborde de este, y no será precisamente líquido lo que se derrame, sino seguramente todo el dolor, la frustración, y posiblemente la ira acumulada. En cambio si nuestro corazón fuese más como un colador, que solo retiene selectivamente lo que pasa a través de él dejando pasar el líquido; en este caso las ofensas, nunca podrá llenarse y rebosar de ellas, y por ende no estallará en una explosión de ira, dolor y ofensas, en otras palabras si nuestro corazón retuviese lo bueno y desechase lo malo como dice la Biblia (1 Tesalonicenses 5:21-22 parafraseado), evitaríamos muchas situaciones de conflicto con la gente que nos rodea, gente con la que compartimos nuestro día a día y que forma parte de nuestro circulo de relacionamiento.
Un refrán popular dice que solo ofende quien puede y no quien quiere, en otras palabras, solo pueden ofendernos si nosotros lo permitimos. Somos nosotros quienes decidimos cómo reaccionar a las ofensas, en nosotros está el reaccionar como vasos contenedores o como coladores que dejan pasar aquello que no nos interesa. 
El peligro de guardar y acumular las ofensas está en la manera en que actuamos cuando este vaso que es nuestro corazón rebosa, puesto que lo más probable es que demos rienda suelta a toda la furia que hay dentro nuestro, puesto que de la abundancia del corazón habla la lengua (Mateo 12:34), y el que maldice a su prójimo será culpable y estará expuesto a juicio y al infierno (Mateo 5:22 parafraseado). Recordemos que la ira es un fruto de la carne y quien la practica no heredará el reino de Dios (Gálatas 5:20-21).
Mas bien debemos ser como David, quien en cierta ocasión cuando estaba huyendo de Saúl y este había acampado en el desierto de Zif, por segunda vez tuvo la oportunidad de cobrar venganza por todas las veces que lo había intentado matar, por culpa de él, David tuvo que dejar su hogar y deambular por el desierto, hacerse pasar por loco y hasta soportar la agresión de quienes le acompañaban, pero aun así su reacción fue dejar su caso en manos de Dios, dejó que la justicia sea suya (1 Samuel 26:11 parafraseado), y ya sabemos cuál fue la opinión de Dios con relación a David, “he aquí un varón conforme a mi corazón” (Hechos 13:22).
No debemos confundir el enojo con rencor. Obviamente que existen cosas que pueden llegar a molestarnos y producirnos enojo, de hecho, y por decirlo de alguna manera la Biblia nos permite sentirnos enojados, porque después de todo somos de carne y hueso, y tenemos sentimientos, pero lo que no podemos es permitir que el sol se ponga sobre el mismo, porque si lo hacemos estaremos pecando y dando lugar al diablo (Efesios 4:26-27). Lo que corresponde es que cuanto antes confrontemos la situación con el agresor, teniendo presente que la blanda respuesta aplaca la ira (Proverbios 15;1), no sea que él nos entregue a nuestro juez y seamos echados en la cárcel (Mateo 5:25).
Por lo tanto, serás vaso o colador?

martes, 30 de abril de 2019

Hakuna Matata

En el año 1994 Disney Pictures publicó la película El Rey León, cuyo argumento está basado en la historia bíblica de José y de Moisés y en la historia de William Shakespeare, Hamlet.
En dicha historia, un suricato y su amigo facóquero, llamados Timón y Pumba respectivamente enseñan al joven león Simba que debe olvidar su pasado y vivir el presente. Dicha película trajo el reconocimiento internacional de la frase Hakuna Matata, dándole un lugar destacado en la trama de la película, dedicándole una canción a la misma, la que resultó un éxito tremendamente popular.
La frase, una expresión del idioma swahili que se interpreta como “Vive y se Feliz”, aunque su traducción literal correspondería más bien a “No hay problema”, también se refiere a “No te preocupes, sé feliz”, y ha impactado en la cultura popular.
Esta es una postura muy cómoda, disfruta el momento y no mires para atrás ni para delante, guíate por el momento y disfruta lo que ahora te toca vivir, en otras palabras, dale rienda suelta a tu carne, solo que, al hacerlo, no puedes andar según el Espíritu de Dios, ya que sus obras son contrarias a las de la carne, y estas se oponen entre sí (Gálatas 5:17).
Si bien el adoptar el significado de dicha expresión como filosofía de vida, podría parecernos una buena idea para encararla, puesto que nos invita a no darle demasiada importancia a las cosas que nos sucedan en la vida, sino que por el contrario vivamos y disfrutemos el presente, no prestándole mucha atención a los problemas, o en otras palabras, como diría el poeta romano Horacio, “Carpe Diem”, aprovecha el día y no confíes en el mañana. El encarar la vida con esta filosofía o actitud, encierra un tremendo peligro, porque en primer lugar puede desviarnos de nuestros propósitos y objetivos en esta vida, volviéndonos totalmente irresponsables hacia nuestro futuro, lo que acarrearía como consecuencia que no logremos alcanzar nuestras metas; pero, también existe un peligro aun mayor y mucho más grave, el que no consideremos un futuro aún más importante, el que concierne al de nuestra eternidad, puesto que la Biblia dice que está establecido que todos los hombres mueran una sola vez y después de esto el juicio (Hebreos 9:27), es decir, que todos seamos creyentes o incrédulos, pasaremos por el Juicio de Dios. Creamos en esto o no, así será.
La Biblia nos dice en el libro de Proverbios, que no debemos ser sabios en nuestra propia prudencia, que debemos temer a Jehová y apartarnos del mal (Proverbios 3:7 parafraseado), es decir, nos aconseja que no nos guiemos por nuestro buen sentido, sino que por el contrario consideremos las enseñanzas encerradas en ella, y para lograr esto debemos conocerla, estudiarla y meditarla, buscando tener una relación genuina con Dios, permitiendo que su contenido nos transforme así como el alfarero moldea el barro con sus manos (Jeremías 18:6).
Jesús dijo que a aquellos que escuchan sus palabras y las ponen por obra, es decir las llevan en cuenta y obran conforme a ellas, los considerará hombres prudentes que construyen los cimientos de sus vida sobre la roca, la cual prevalecerá aun en los tiempos difíciles (Mateo 7:24-25 parafraseado), pero en cambio los que no prestan atención a las mismas, y por ende no las ponen en práctica, son como personas necias que construyen sobre la arena, o sea sin fundamentos, lo que provoca que ante las dificultades sus vidas se derrumban y acaban en la ruina (Mateo 7:26-27 parafraseado).
La decisión es nuestra, de cada uno depende, nos arriesgamos a no creer en lo que en ella está escrito, y al final del camino de la vida encontrarnos con un Dios como juez justo, cuya justica es absoluta?, O creeremos en nuestro corazón para justicia y confesaremos con la boca para salvación que Jesús es nuestro Señor y Salvador (Romanos 10:10)? No importa si hasta aquí nos hemos equivocado o nos hemos dejado guiar por nuestra carne, porque si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarlos y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9). No nos olvidemos que después de todo, de tal manera nos amó Dios que nos ha dado a su Unigénito Hijo, para que todo aquel que en Él crea no se pierda, más tenga vida eterna (Juan 3:16).
Nos enfocaremos en este mundo, el cual está bajo el poder del maligno (1 Juan 5:19) o aceptaremos el regalo de la vida eterna?

miércoles, 13 de febrero de 2019

Más que un sentimiento, una decisión

Conduciendo rumbo a la oficina, la radio del auto iba encendida acompañando el trayecto. Los locutores del programa matutino introdujeron en su conversación el tema del amor, que, aunque sonara muy cliché, era el tema del momento en todas las emisoras, puesto que en los próximos días se celebraría el Dia de los Enamorados, fecha que en la mayor parte del mundo se celebra la festividad de San Valentín en honor a Valentín de Roma, quien a escondidas del emperador Claudio II casaba a los jóvenes soldados romanos con sus respectivas damas, por lo que dicha fiesta se relaciona con el amor y la afectividad. La primera pregunta que saltó al aire para los radioescuchas fue la famosa definición del amor, y mientras que los oyentes llamaban o mensajeaban para interactuar y aportar lo que a su buen entender significa el amor, los conductores del programa también fueron aportando sus ideas. Para resumir, la mayoría de las definiciones dadas convergían en que el amor es un sentimiento que despierta el deseo de bienestar y afecto por otra persona con quien se elige compartir los caminos de la vida. 
Ante esta definición es completamente comprensible que hoy en día muchas relaciones que se juran amor eterno lleguen a darse cuenta de que lo eterno tiene una fecha de finalización, que esa eternidad llega un momento en que ya no es tan eterna, que había sido tiene una fecha en la que expira y esto es lógico de suponer, porque si partimos de la definición de sentimiento que nos da el diccionario, vemos que el mismo consiste en el estado de ánimo o disposición emocional hacia una cosa, un hecho o una persona, y como sabemos que el estado de ánimo de los seres humanos es fluctuante, es de suponer que en algún momento ante las adversidades de la vida, ese estado de animo o “sentimiento” pueda llegar a cambiar de dirección. De lo que hoy nos es de interés, mañana no queremos saber nada.
En otras palabras, si el amor es un sentimiento, entonces resulta muy difícil poder cumplir con el mandamiento divino de que lo que Dios ha unido, el hombre no lo separe (Mateo 19:6), pero, puede entonces Dios haberse equivocado? Puede que realmente el amor no dure para siempre?
En realidad, ocurre que los que estamos equivocados somos nosotros, porque partimos de una definición errada de lo que es el amor y es que este no es un sentimiento, es una decisión, y para ello debemos partir de como lo define el Apóstol Pablo en la 1° Carta a los Corintios. Nos dice que el amor es sufrido, benigno, que no es envidioso, no es jactancioso, que no se envanece, ni hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, ni guarda rencor, y no se goza de la injusticia, sino que por el contrario se goza de la verdad. Nos dice que el amor todo lo sufre, todo lo espera y todo lo soporta, por lo que el amor permanecerá para siempre, aun cuando se acaben las profecías, las lenguas y las ciencias (1 Corintios 13:4-8 parafraseado).
Deteniéndonos a meditar en cada una de estas características citadas por Pablo y que según él describen al amor, notamos que ninguna de ellas implica un sentimiento o un estado de ánimo, sino que por el contrario implican una decisión, llevan implícita la voluntad de aceptar que la persona amada no es perfecta, aceptar que van a existir diferencias o puntos de conflicto y cosas que no sean de nuestro agrado, pero aun así tomamos la decisión de seguir a lado de ella, porque estamos dispuestos a soportar sus particularidades.
La primera parte del capítulo 29 del libro del Genesis nos relata la historia de cómo Jacob se enamoró de Raquel, y por quien trabajó arduamente siete años con su tío Labán. Cuando por fin se cumplió el tiempo y uniría su vida a su amada Raquel, se llevó la sorpresa de su vida al darse cuenta de que se había casado con Lea, la hermana mayor, de quien él no se había enamorado y que además no era tan agraciada como aquella, lo que le implicó otros siete años de trabajo para poder obtener a Raquel como esposa (Genesis 29:1-30).
Podemos aprender mucho de Jacob en cuanto a su actitud tanto con Raquel como con Lea, con quienes estuvo casado hasta que la muerte lo separó de ambas (Genesis 35:16-20, Genesis 49:31), y es que todos nosotros en algún momento nos identificaremos con él, puesto que en nuestra vida de pareja existirán situaciones en que estemos casados con Lea (la menos agraciada) y en otros en que esa misma pareja se convertirá en Raquel (de quien nos enamoramos) y viceversa. Entonces llegado el momento, cómo actuaremos? Nos guiaremos como el mundo define al amor, es decir por nuestros sentimientos, o lo haremos a la manera de Dios, tomando la decisión de amar a nuestra pareja hasta el final de nuestros días?

jueves, 31 de enero de 2019

Esforzados y valientes

Un tiempo atrás fui a comprar una notebook, y como era de esperarse lo primero que hice al llegar a casa fue encenderla, configurarla e instalarle los programas que necesitaba, conexión a internet, una suite de ofimática y todo estaba listo para utilizarla.
Como la mayoría de los usuarios, ante los cuadros de diálogos de acuerdo de licencia que iban apareciendo le daba aceptar dando por descontado su contenido, después de todo quien tiene tiempo para leer el extenso texto, yo estaba apurado por empezar a utilizar mi flamante compra.
Si nos ponemos a pensar, este mismo patrón de conducta lo solemos llevar a la práctica con la mayoría de nuestras adquisiciones, como en un acto de soberbia, asumimos que conocemos el funcionamiento de casi todas las cosas que forman parte de nuestra vida cotidiana como televisores, teléfonos inteligentes, radios, en fin, de cualquier electrodoméstico y de lo que no conocemos, pues bueno intuitivamente lo hacemos, es cuestión de sentido común! Aunque muchas veces es el menos común de los sentidos.
Llegado el momento si nos vemos en la necesidad de reclamar al fabricante, ya veremos cómo lo hacemos, desconociendo que tal vez nos exhiban nuestra conformidad del acuerdo y por ende perdamos todo el derecho a cualquier reclamo.
Cuanta similitud con la manera en cómo solemos encarar las instrucciones de Dios para nuestra vida y que están contenidas en el libro de libros, la Palabra de Dios que es la Biblia. 
Cuando Josué iba a conducir al pueblo judío a la conquista de la tierra prometida, Dios le dijo que iba a estar con él como estuvo con Moisés, le prometió que no lo dejaría ni lo desampararía, (Josué 1:5), él por su lado debería esforzarse y ser valiente para cuidar y hacer conforme a la ley de Moisés, sin desviarse a diestra y siniestra para ser prosperado en todo aquello que emprenda (Josué 1:7), y esa instrucción sigue vigente hoy en día para cada uno de nosotros, y es que como Dios es fiel a su Palabra y no puede ir en contra de ella, también a nosotros nos promete que también estará con nosotros y no nos desamparará (Josué 1:5). 
Para poder acceder a esta promesa, nosotros debemos hacer nuestra parte, la cual consiste en
esforzarnos y ser valientes, y vaya que son importantes ambas cosas, ya que nos lo repite dos veces más.
Debemos ser valientes para cuidar de hacer lo que en ella esta escrita, esforzarnos para cumplir con su Palabra al 100%, porque si solo cumplimos con el 99% de lo que ella nos manda, ya estamos siendo desobedientes, y en la obediencia hay bendición como lo describe el libro de Deuteronomio en el capítulo 28.
Pero la pregunta que surge, es como podremos poner por obra lo que ella nos enseña, si no conocemos su contenido? Y es que nuestro enemigo, el diablo, se ha encargado al igual que lo hizo con Eva en el Huerto de hacernos dudar de contenido, engañándonos con argumentos falsos, o haciéndonos relativizar su contenido (Genesis 3:1-6). Además, después de todo, los libros que la comprenden fueron escritos hace más de 2000 años. Y esta es la razón por la cual muchos de nosotros, o no la estudiamos o lo hemos dejado de hacer, como nos ha mandado Dios que lo hagamos, de día y de noche (Josué 1:8 NTV).
Satanás sabe que en ella encontramos instrucciones sobre como conducirnos en la vida, sabe que podemos encontrar respuestas a temas tan actuales como por ejemplo la agenda de género y sus intentos de legalizar cuestiones que se contradicen hasta con la propia biología. Sabe que, si nos aferramos a ella, su plan para desviar a los hijos de Dios de su destino no va a poder llevarse a cabo, es por eso por lo que busca la manera de sacarnos el tiempo para estudiar su contenido, para cegarnos el entendimiento haciéndonos dudar de lo que en ella está escrito, solo que al igual que ocurre con las leyes que rigen nuestra convivencia cívica, llegado el momento no podremos alegar en defensa nuestra desconocimiento de ellas, es por eso que debemos esforzarnos y ser valientes, y para ello debemos conocer su contenido, es decir estudiar y meditar en lo que ella nos enseña.
Debemos determinarnos a estudiar su contenido, meditar en lo que en ella está escrito para ponerlo en práctica, con esfuerzo y valentía, y entonces habremos cumplido con nuestra parte, que nos hace acreedores de la promesa de Dios de que Él estará con nosotros y nadie podrá hacernos frente en todos los días de nuestra vida (Josué 1:5 parafraseado), y entonces haremos prosperar nuestro camino y todo nos saldrá bien (Josué 1:8 parafraseado).

viernes, 30 de noviembre de 2018

Tomates en la mesa

En cierta ocasión un amigo nos comentó a través de un mensaje en un grupo de whatsapp, que estando en la mesa con sus hijos, les propuso sacar las semillas de los tomates que estaban consumiendo y plantarlas, obviamente como él vive en la ciudad, las plantaron en el jardín de su casa.
El mensaje que incluía las fotos de los tomates, terminaba diciendo que, sin mucho cuidado, los mismos habían crecido, cosa que puso muy contento a sus hijos cuando lo vieron, por lo que nos recomendaba replicar la actividad en nuestros respectivos hogares junto con la familia. Para citar sus propias palabras sus hijos quedaron felices con la experiencia.
Meditando sobre ello, me puse a pensar en lo cierto de aquello que dice que no hace falta mucho o quizás ninguna actividad muy rebuscada para pasar momentos especiales con nuestras familias, como vulgarmente se dice la felicidad está en disfrutar de las pequeñas cosas, y lógico que debemos aprovecharlas, porque los buenos momentos generan buenos recuerdos, y además tienen la capacidad de liberar en nuestro cuerpo la llamada hormona de la felicidad o serotonina, la cual a su vez tiene efectos muy positivos en nuestro organismo, muy por el contrario de lo que produce el cortisol, el cual es liberado en los momentos de tensión, preocupación y estrés.
Ahora bien, es evidente que a lo largo de nuestra vida van a surgir situaciones que nos van a poner incomodos, situaciones, que en otras palabras y por decir lo mínimo van a crear en nosotros la posibilidad de que liberemos algo de cortisol, y es en esos momentos donde deberíamos actuar con sabiduría e inteligencia.  Pero, y como lo hacemos?
Bueno, pues una vez más la Palabra de Dios nos muestra cómo lograrlo. A través de la Carta a los Filipenses, el Apóstol Pablo nos dice que no debemos estar afanosos por nada, sino por el contrario presentemos nuestras peticiones y ruegos en acción de gracias, y la Paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará nuestros corazones; nos dice también que debemos pensar en todo lo que es verdadero, en todo lo que es honesto, justo, puro y digno de alabanza, y que el Dios de paz estará con nosotros (Filipenses 4:6-9 parafraseado).
Como seres humanos que somos, dotados de voluntad, carácter y con la capacidad de tomar decisiones, somos capaces de elegir en que pensar, podemos elegir llevar nuestros pensamientos cautivos a los pensamientos de Cristo (2 Corintios 10:5), o podemos optar por dar rienda suelta a nuestra carne, permitiendo que los pensamientos de temor, miedo, angustia o preocupación nos dominen, y como el pensamiento ocupa lugar, puesto que resulta imposible pensar en dos cosas al mismo tiempo, de nosotros depende con qué tipo de pensamientos llenaremos nuestra mente, porque además debemos ser conscientes que Dios habita en el medio de la alabanza de su pueblo (Salmos 22:3), y no en el medio de sus quejas.
Nosotros fuimos llamados a ser guiados por el Espíritu Santo, y quienes somos guiados por Él, lo demostramos cuando revelamos sus frutos en nuestra vida, y uno de estos precisamente es el Gozo (Gálatas 5:22) que a diferencia de la felicidad no es resultado de nuestras circunstancias externas, sino que depende únicamente de la actividad del Espíritu Santo en nuestras vidas, en otras palabras, las circunstancias, que aunque a veces adversas, no influyen en nuestra voluntad, porque el gozo que viene de Dios es nuestra fortaleza, y por lo tanto no andamos tristes (Nehemías 8:10), por el contrario tenemos nuestra confianza puesta en Cristo Jesús autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12:2), y al igual que ÉL soportamos las pruebas que se nos presentan teniendo por delante el gozo de nuestra recompensa. Esto es posible porque tenemos una relación profunda con Dios, una relación en la que Él está con nosotros, porque nosotros permanecemos con Él, y deja que lo encontremos porque lo buscamos (2 Crónicas 15:2 parafraseado), y como consecuencia de esa relación, cada mañana cuando despunta el alba nos predisponernos a gozarnos y alegrarnos porque es el día que hizo el Señor para cada uno de nosotros (Salmos 118:24), aun cuando en el trascurso de este se presenten pruebas y dificultades, porque en Cristo Jesús somos más que vencedores (Romanos 8:37), ya que sabemos que para quienes aman al Señor todo resulta para bien (Romanos 8:28), aun las dificultades, porque de todas nuestras angustias nos librará Dios (Salmos 34:19 parafraseado).

sábado, 20 de octubre de 2018

Los deleites de Capua


Cuentan los libros de historia que en la segunda Guerra Púnica que enfrentó a Roma con Cartago, el general cartaginés Aníbal Barca, estuvo a un momento de cambiar el destino de la humanidad, ya que, en vez de conquistar Roma, acampó en Capua, en ese entonces el lugar más delicioso de Italia, donde sus soldados se entregaron a una vida de holganza y deleites. En otras palabras, porque Aníbal se durmió en sus deleites, la cultura occidental no descendió de los cartagineses.
Cuantas veces en nuestra vida nos comportamos de esa manera, y nos quedamos dormidos en deleites que no nos permiten cumplir con nuestro propósito en la vida. Cuantas veces tropezamos con distractores que nos impiden alcanzar todo lo que Dios tiene reservado para sus hijos. Y es que, satanás el dios de este mundo, está muy interesado en desviarnos de los planes y pensamientos que Dios tiene para cada uno de nosotros, planes de bienestar y no de calamidad a fin de darnos un futuro y una esperanza (Jeremías 29:11 NVI).
Ocurre que como muchas veces tenemos segado el entendimiento, no nos puede resplandecer la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios (2 Corintios 4:4), es decir no podemos conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, para que seamos llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios 3:19).
El propio Dios nos advierte que sembramos mucho, pero recogemos poco, que comemos, pero no nos saciamos, bebemos, pero no quedamos satisfechos, y que el jornal de nuestro trabajo cae en saco roto. (Hageo 1:6). Esto pasa porque mientras su templo está en ruinas, cada uno de nosotros nos enfocamos en nosotros mismos (Hageo 1:9 parafraseado).
Pero, que nos quiere decir Dios con estas palabras, pues bien, no debemos olvidar que nuestro cuerpo es el templo de Espíritu Santo, el cual tenemos de Dios (1 Corintios 6:9), por lo tanto, si lo descuidamos o mejor dicho no lo construimos, estamos descuidando el templo de Dios, porque como lo dice la Biblia, Dios es espíritu (juan 4:24).
Ahora bien, en este mundo donde el culto a la personalidad y el cuidado físico está tan en auge, donde cada día más la tendencia es hacia lo saludable y lo fitness, se podría decir que es un contrasentido afirmar que si no nos ocupamos de nuestro cuerpo, no estamos cuidando el templo de Dios, y aunque si bien es cierto que si queremos disfrutar de una larga y saludable  estancia en este mundo, los setenta u ochenta años de vida que nos promete Dios en su Palabra (Salmos 90:10), es importante llevar un estilo de vida que nos ayude a ello, existe además otro aspecto más importante que también debemos cuidar.
El negocio de Dios es el negocio de las almas, puesto que cuando morimos, nuestro cuerpo se convierte en polvo y vuelve a la tierra, como era, y el espíritu vuelve a Dios que fue quien lo dio (Eclesiastés 12:7 parafraseado), pero nuestra alma, la cual es el asiento de nuestras emociones, de nuestra voluntad, de nuestra capacidad de tomar decisiones, puede  tener uno de dos destinos, el lago de azufre y fuego, donde es el lloro y el crujir de dientes (Apocalipsis 20:14) o la casa del Padre, donde muchas moradas hay y Jesús nos  ha preparado un lugar (Juan 14:2 parafraseado).
Dicho esto, al construir el templo de Dios en nuestra vida, donde deberíamos hacer foco es en edificar nuestra alma, pero, cómo lo hacemos? Donde conseguir “los planos” para lograrlo? Pues bien existe un manual de instrucciones que ha sido dado a los hombres por el mismo Dios, y hago referencia a su Palabra, la Biblia la cual es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino (Salmos 119;105), y nos asegura que, si meditamos en ella de día y de noche, con la premisa de ponerla en práctica, pues entonces haremos prosperar nuestro camino y todo nos saldrá bien (Josué 1:8).
Pero debemos ser diligentes y no perezosos en guardar nuestra alma, porque haber precioso del hombre es la diligencia (Proverbios 12:27), teniendo siempre presente que nuestro enemigo el diablo anda como león rugiente buscando a quien destruir (1 Pedro 5:8) y no escatimará esfuerzos para apartarnos del propósito de Dios para nuestras vidas. No le permitamos pues que nos distraiga con los “deleites de Capua” seamos como el hombre sabio que construye sobre la roca, la cual es Cristo y de esa manera, nos construiremos tesoros en los cielos donde la polilla y el orín no pueden corromper, y los ladrones minar, ni hurtar (Mateo 6:20 parafraseado), porque después de todo, Dios no puede ser burlado y lo que el hombre sembrare eso cosechará. (Gálatas 6:7)

sábado, 15 de septiembre de 2018

Una pregunta incomoda


En varias ocasiones me ha tocado mantener conversaciones con personas que no comulgan con la idea de que el pueblo de Israel pueda ser el pueblo elegido de Dios. El principal argumento que esgrimen se centra en que un Dios de amor como en el que ellos creen no podría tener preferencia por tal o cual raza, pueblo o nación. Esa idea simplemente no les cabe en la mente.
Sin embargo, en muchos pasajes del Antiguo Testamento, podemos encontrar referencias a que el pueblo de Israel sí es el pueblo escogido por Dios como “su pueblo”, así, por ejemplo, en el libro de Deuteronomio, podemos leer específicamente que Jehová los ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra (Deuteronomio 7:6), lo cual no significa que deje de ser un Dios de amor, ya que escudriñando un poco más su Palabra, encontramos en 1 de Juan 4:8, que efectivamente Él es amor, y también rico en misericordia como lo dice en Efesios 2:4. Podemos no estar de acuerdo con lo que está escrito, pero no por eso deja de ser verdad, de hecho, el propio Jesús lo dice, la Palabra de Dios es verdadera (Juan 17:17).
Entonces, cómo puede ser que un Dios con estas características, tenga preferencias por tal o cual pueblo, más aún cuando su Palabra dice que Él no hace acepción de personas? (Deuteronomio 17:11). Pues bien, el hecho de que Dios haya escogido al pueblo de Israel como su pueblo escogido, no implica que su amor por el resto de la humanidad no sea el mismo, muy por el contrario, de tal manera la ha amado, que ha dado a su Unigénito Hijo, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. (Juan 3:16 parafraseado).
Pero más allá de si el pueblo de Israel es o no el pueblo elegido por Dios, en realidad, lo que deberíamos cuestionarnos, es si nosotros lo amamos a Él, si estamos dispuestos a demostrar que somos parte de su iglesia y aunque seguramente la mayoría de quienes decimos reconocer su existencia y ponemos nuestra fe y esperanza en Él, responda en forma afirmativa ante esta pregunta, existe una sola manera de demostrarlo. Jesús dijo que si los amábamos guardemos sus mandamientos (Juan 14:15). Lógicamente para esto deberíamos reconocer que la Biblia es la Palabra de Dios y que las enseñanzas que contiene son las que Jesús nos dejó en su paso por esta tierra. Pero, cómo podemos asegurarnos de que su contenido refleja exactamente las enseñanzas de Jesús? En otras palabras, que tan exactas han llegado sus enseñanzas hasta nuestros días?
Bueno si partimos de la base de la prueba bibliográfica, la cual consiste en la comprobación de un texto antiguo, a partir del estudio de la forma en que se copió y se trasmitió desde la época en que se escribió, la que se fundamenta en cuantas copias existen, y lo cercanas que son dentro de la historia a sus originales, lo podemos hacer. Así pues, de los escritos de Julio César se conservan diez copias que tienen un tiempo de mil años con los originales, de Platón siete copias con mil trescientos cincuenta años, y de más está decir que nadie duda del contenido de ellos. Pues bien, de los Evangelios, se conservan alrededor de veinte y cuatro mil copias, con un lapso de entre treinta y sesenta años con los originales. En otras palabras se puede decir que han llegado hasta nosotros con un contenido intacto, el problema está en que nuestro enemigo, quien es muy astuto, nos ha segado el entendimiento, para que no nos resplandezca la luz del Evangelio de Cristo (2 Corintios 4:4) y de eso modo ha logrado que a lo largo del tiempo relativicemos el contenido de su Palabra, acomodándola para nuestro beneficio, poniendo en duda su contenido y así, al igual que engaño a Eva en el huerto del Edén, intenta todos los días hacerlo con cada uno de nosotros, para que de ese modo pisemos el palito y nos desviemos lentamente de nuestro destino final.
Una pequeña desviación hoy que no es corregida a tiempo, puede significar una gran distancia de separación entre nuestro destino final y el deseado cuando termine el viaje. No seamos como aquellos que no prestan atención a las indicaciones o piensan que aún hay tiempo para corregir el rumbo. Nadie sabe la hora y el momento en que seremos llamados a rendir cuenta. Porque después de la muerte viene el juicio (Hebreos 9:27 parafraseado)